sábado, 2 de junio de 2012

Santísima Trinidad

Este domingo celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad y leemos Mt 28, 16-20. Dios es uno y trino, es Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios en tres Personas. Es el misterio más profundo de fe, imposible de entender por la razón pero fácil de vivir y de sentir. Estos versículos son los últimos del Evangelio de Mateo y Jesús les encomienda una misión: “Id y haced discípulos de todos los pueblos”, les anima a ponerse en marcha, salir al encuentro de los hermanos y anunciar su Palabra, en ella es dónde nos damos cuenta del Amor de Dios a los hombres, en la Palabra es dónde aprendemos a vivir como Jesús, aprendemos de su Amor, de su vida compartida, de su entrega, de su misericordia. No se trata de obligar, ni de convencer a nadie, sino de contagiar y motivar, con nuestra ilusión y pasión por Jesús, al resto de los hermanos, pero Jesús quiere algo más: “Enseñadles a guardar todo lo que os he mandado” ¿qué hay que guardar? La Palabra en nuestros corazones, Ella es alimento para nuestra alma, no basta con leerla, no basta con llevarla a nuestra mente, hay que entender lo que Jesús nos enseña a través de ellas y llevarla al corazón, sólo así dará su fruto para hacer lo que nos ha mandado y ¿qué nos ha mandado? El principal Mandamiento es el Amor, el Amor fraternal, a los hermanos, a los amigos…. Esto sólo es posible si abrimos nuestro corazón a los demás, compartimos lo que tenemos, lo que sabemos, y ayudamos a los que lo necesitan, es un amor sin egoísmo, sin esperar nada a cambio, no es exclusivo.  Conseguir este don es algo asombroso, es convivir con Dios, es conocer a Dios. El Bautismo, por obra del Espíritu Santo, nos da una vida nueva, nos hace Hijos de Dios y entramos a formar parte de la familia de Dios: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Jesús está con nosotros, camina a nuestro lado, es nuestro compañero de viaje, es el que nos ayuda a escalar esa montaña y una vez que llegamos a la cima, tenemos la satisfacción de ver algo maravilloso, es el que cuándo tomamos un camino difícil nos ayuda con su Palabra, a superar los baches, es el que hace posible renunciar a nosotros mismos para darnos a los demás. Él está ahí siempre, llevándonos de la mano y está presente en todos los acontecimientos de nuestra vida. ¿Es posible que todavía no nos hayamos dado cuenta?

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