jueves, 30 de septiembre de 2010

27º Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Lc 17, 5-17
En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe». El Señor contestó: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”. Y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: “En seguida, ven y ponte a la mesa?” ¿No le diréis: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú?” ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

Comentario:
Este 3 de octubre celebramos el 27º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Lc 17, 5-17.
Los discípulos piden a Jesús que les aumente la fe, como si la fe fuese una cuestión de cantidad. Jesús se lo deja claro, no se trata de cantidad, sino simplemente de tener o no tener. Tengo o no tengo fe. Luego les advierte de los riesgos de creerse superiores por tener fe, por gozar de ese don. Cuando la tenemos no podemos creernos superiores a los demás, no podemos alardear de ello, cuando con ella ayudamos a los demás, no hacemos más que lo que nos corresponde. La fe no es algo que nos podamos reservar, es para compartirla con los demás. Y cuando lo hacemos lo que debemos, ¿qué mérito tenemos? Por ello no debemos creernos más que nadie, simplemente hemos hecho lo que se espera de nosotros.
La fe no es más que la confianza en Dios. Y con esa confianza somos capaces de hacer cualquier cosa, incluso lo que parece imposible, que una higuera crezca en el mar. Hoy, en un grupo, me comentaban que eso es imposible. Pero nuestra fe se basa en algo igual o más ilógico: El muerto está vivo. Si no nos creemos que una higuera pueda dar frutos en medio del mar, ¿cómo nos podemos creer que el muerto vive? Y si nos creemos que Dios es capaz de esto, cualquier cosa es posible.
Hay una segunda enseñanza en este texto, la sencillez con la que debemos vivir esta confianza, este don que se nos da. Ella nos confiere un poder especial, pero un poder que tenemos que vivir como servicio, como ministerio. Para dedicarlo a los demás, siendo conscientes de que al hacerlo no hacemos más que lo que debíamos.
¿Realmente te crees lo que confiesas en el credo? Y, si lo crees, ¿te ves superior a los demás por ello o pones este don al servicio de los demás?