lunes, 12 de diciembre de 2011

4º Domingo de Adviento

Texto: Lc 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz a un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y la dejó el ángel.

Comentario: (Realizado por Paqui Hernández)

Lucas nos cuenta el anuncio que Dios a través del ángel da a María, una joven de a pie, una joven pura de ideas, de sentimientos y de convicciones, porque de lo contrario no se explica su gran entereza ante la noticia, su total voluntariedad y aceptación de la misma. También es verdad que el ángel le da algunas pistas, algunos cimientos donde agarrarse para confiar en la veracidad de la misma: "Tu parienta Isabel a pesar de ser anciana, va a tener un hijo". "Para Dios no hay nada imposible".

Si hoy se produjese un anuncio como este, seguramente el ángel tendría que dar muchas más explicaciones y pruebas, ya que hoy no somos ni tan puros de ideas, ni tan confiados, ni tan humildes. Verdaderamente le costaría mucho convencer a cualquier joven, aunque por otro lado para Dios no hay nada imposible, algo se le ocurriría.

Intentemos ser parecidos a María, confiemos más, ella no tenía los Evangelios ni los conocimientos que ahora tenemos nosotros sobre Dios y su mensaje, sobre la vida y obra de Jesús. Aprendamos a creer, así nos será más fácil actuar y acatar con humildad y alegría lo de Dios nos pide diariamente, da igual donde sea: en la familia, en el trabajo, en el vecindario, con los que no conocemos o no vemos…

Me quedo con un mensaje claro en el Evangelio de Hoy: " No tengas miedo, para Dios no hay nada imposible".