lunes, 15 de marzo de 2010

5º Domingo de Cuaresma

Texto Jn 18, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?» Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
Comentario
Este 21 de marzo celebramos el 5º Domingo de Cuaresma y leemos Juan 18, 1-11.
El texto nos narra el pasaje de la mujer adúltera a la que Jesús salva la vida cuando iba a ser apedreada, diciendo eso de que “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.”
De nuevo, en el marco de la cuaresma se nos presentan los temas del perdón y de la conversión.
El perdón porque, ¿cuántas veces rezamos en el Padre Nuestro, lo de “perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”? En este pasaje vemos cómo perdona Jesús, incluso en contra de la comunidad, en contra de lo que se consideraba legal, moral, querido por Dios en ese momento. ¿Y de verdad nosotros somos capaces de perdonar así? Yo no puedo, por eso me agarro a una interpretación que hizo un profesor mío, según la cual ese “como” no es modal (de la forma en que nosotros perdonamos) sino causal (porque también nosotros perdonamos), aunque sea de una forma imperfecta.
El Evangelio también nos habla de las diferentes varas de medir que nos gusta utilizar, una para nosotros mismos y otra para los demás. Ése era el fallo de los escribas y fariseos. Me recuerdan a mis alumnos que dicen que sacan 8 ó 9, y que yo les suspendo.
La conversión que nos pide Jesús hoy es la de que miremos en nuestro interior antes de juzgar a los demás. “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Superar la legalidad para ver a los demás y a nosotros mismos bajo un prisma mucho más compasivo y misericordioso, nuestro propio corazón, que supera la propia Ley. La clave: poner a Jesús en el centro de nuestra vida, ser capaces de llamarle Señor, como lo hizo la adúltera.