martes, 14 de septiembre de 2010

25º Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Lc 16, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido”. El administrador se puso a echar sus cálculos: “¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?” Éste respondió: “Cien barriles de aceite”. Él le dijo: “Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”. Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?” Él contestó: “Cien fanegas de trigo”. Le dijo: “Aquí está tu recibo, escribe ochenta”. Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».

Comentario:

Este 19 de septiembre celebramos el 25º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Lucas 16, 1-13.

Todo el texto se resume en la frase final “No podéis servir a Dios y al dinero” y está en consonancia con todo el Evangelio. El resto del relato es la parábola del Administrador infiel y su explicación. La parábola hoy requiere cierta explicación, en tiempos de Jesús los administradores cobraban su salario al llevarse una comisión de los negocios de su señor, por eso cuando rebaja el precio, no hace más que renunciar a su comisión para ganarse unos amigos que le salven cuando le vengan mal dadas.

El mensaje de Jesús es radical, puede parecer que haya un dinero justo y otro injusto, pero no es así. La conclusión final es clara, o Dios o el dinero.

Como en semanas anteriores, se trata de una escala de valores, en quién ponemos nuestro corazón, en quién confiamos. ¿De qué nos sirve pregonar con nuestros labios que confiamos en Dios, si nuestro corazón se aferra al dinero?

Me vienen a la cabeza los billetes de dólar en los que pone: “en Dios confiamos”, y me parece que supone la máxima incomprensión o, incluso, perversión del Evangelio. Pero esto mismo es lo que muchas veces pretendemos hacer, intentar conjugar lo que en la dinámica que nos propone Jesús es incompatible.

Si somos capaces de aceptar la escala de valores del Evangelio entenderemos eso de que Dios nos ama, que no tenemos porqué preocuparnos por el dinero, que no nos dejará de su mano, que si da alimento a los pájaros, a nosotros no nos abandonará. Y os aseguro que hay muchas personas que tenemos experiencia de esto. Debemos ser astutos y saber utilizar el dinero para lo que es. Como dice el refrán: hay que comer para vivir y no vivir para comer. Pues con el dinero lo mismo. ¿Nos preocupamos de ganar dinero para vivir o vivimos para ganar dinero?