sábado, 25 de diciembre de 2010

Sagrada Familia

Texto: Mt 2, 13-15

Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el Profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto». Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño». Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno.

Comentario:

Este 26 de diciembre celebramos la Sagrada Familia y leemos Mt 2, 13-15. El texto recoge el pasaje en el que el ángel le dice a José que coja a su familia y se la lleve a Egipto y la posterior vuelta una vez muerto Herodes, pero como aún quedaba Arquelao en Judea el ángel les manda quedarse en Galilea.

Al margen del paralelismo con el Antiguo Testamento, de la simetría con la historia de Israel y, concretamente, de Moisés.

El Evangelio de hoy se conforma con una simple enseñanza. Cuando uno obedece a Dios, las cosas resultan bien. El cumplimiento de la voluntad de Dios es la fuente de nuestra felicidad.

Al margen de las apreciaciones interpretativas de la Escritura, el texto de hoy podría fácilmente reflejar la historia de todas esas familias que aún hoy vienen a nosotros en busca de una vida mejor, de unas posibilidades que no encuentran en su tierra y, a las que muchas veces nosotros cerramos las puertas, no sólo de nuestras ayudas sino también de nuestros corazones.

Una vez os comenté que lo difícil era descubrir cuál era la voluntad de Dios que insistentemente pedimos en la oración que Cristo nos enseñó. Pues bien, la Navidad nos deja claro que la voluntad de Dios pasa por la aceptación de los demás, especialmente de los más sencillos, de los más humildes, de los más pobres. Este es el mensaje que continuamente nos da el Evangelio. La única cuestión que se nos plantea es si estamos dispuestos a cumplirla. Si nuestro elemento volitivo nos permite hacerlo. Si no estamos demasiado acomodados con nuestras pantagruélicas comilonas, con la vorágine consumista… cada uno en su medida. Una vez alguien me preguntó que cómo podía ser egoísta si no tenía nada. La cuestión no es lo que se tiene si no lo apegado que estamos a lo que tenemos.

Felices y humildes navidades.