lunes, 17 de agosto de 2009

21º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 23 de agosto continuamos con el Evangelio de Juan, capítulo 6, vv. 60-69 para celebrar el 21º Domingo del Tiempo Ordinario.
Si la semana pasada veíamos la contestación de Jesús a las críticas de los judíos, esta semana Jesús responde a las críticas que vienen de su círculo, de los discípulos. Continúa con la temática eucarística, Juan contesta a muchas preguntas que todavía hoy siguen vivas en la comunidad. Lo que Jesús nos propone, todavía hoy nos parece duro, y la contestación de Jesús no se hace esperar: “El espíritu es quien da la vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida.” Aunque esta carne sea distinta de la semana pasada, nos permite contraponerla al espíritu que es donde está la vida, al ser eterno. En lo espiritual es donde podemos encontrar la razón de ser del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, por eso la contestación de Simón Pedro: “Señor, tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”.
De qué nos sirve acercarnos a la eucaristía si no nos transforma interiormente, si no nos alimentamos de la Palabra. El texto nos invita a quedarnos con lo fundamental, con lo absoluto dejando de lado lo relativo, a quedarnos con lo espiritual prescindiendo de lo corporal, de lo efímero. La cuestión se nos planteó y en la multiplicación, seguimos a Jesús porque nos llena la barriga o porque sacia necesidades y no porque, como en los asuntos del amor, queramos seguirle.
Muchos discípulos de Jesús lo abandonan cuando éste les empieza a plantear la esencia de su mensaje, es la misma tentación que padecemos nosotros hoy, ver que lo que Jesús plantea es duro y abandonar nuestro recorrido de fe. Hace un par de semanas parafraseaba a Pascal. Si nuestra fe, aunque tenga razones, se fundamenta en el afecto, en el amor no nos fallará. ¿Dónde la fundamentas tú?