lunes, 25 de mayo de 2009

Pentecostés

El próximo 31 de mayo celebramos Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo y la litúrgia nos ofrece el texto de Juan 20, 19-23.
El Evangelio nos recuerda el momento en que están los discípulos reunidos y Jesús les visita, les concede el don de la paz, les deja el regalo del Espíritu, por él les concede la potestad de perdonar los pecados y los envía. La aparición comienza con el saludo de paz y se repite para el envío.
Llama la atención que los discípulos de la situación de miedo pasen a ser capaces de aceptar ese envío como vemos en la primera lectura de los Hechos. Pero esa es la fuerza del Espíritu. Un profesor mío decía que mientras el Padre era el Amante y el Hijo el Amado, el Espíritu es el Amor. Por eso puedo decir que la fuerza del Espíritu, es la fuerza del Amor. Un Amor que en nuestra experiencia humana podemos experimentar y a todos se nos nota, el hecho de sentirnos amados o amantes nos dota de una energía, de una vida que hace que seamos capaces de hacer cosas que de otra forma nos resultarían imposibles. Jesús recibe una misión del Padre y, luego, para continuar esa misión, nos hace partícipes de ella. Por ello nos dota de la capacidad de amar, que recibió del Padre, suficiente para poder llevar a cabo esa misión.
Por otro lado, sorprende que la potestad de perdonar los pecados se de a la comunidad, no a un ministerio. Es la Comunidad la que nos perdona en el sacramento y que por el ministerio de la Iglesia nos concede el perdón y la paz.
Todos somos capaces por el don del Espíritu, del Amor, la fuerza que nos anima, a llevar a cabo la misión que el Padre nos ha reservado desde el principio de la creación para cada uno de nosotros. Y tú, ¿sientes esa fuerza como suficiente para lo que el Señor pide de ti?