lunes, 18 de mayo de 2009

Ascensión

Este 24 de mayo celebramos la Ascensión del Señor y leemos Marcos 16, 15-20. El texto constituye el final del evangelio de Marcos, en él Jesús se aparece a los discípulos y les confiere la misión de convertir al mundo, de hacerles que confíen en el mensaje que Él les ha transmitido, que nos introduzcan en el Reino de Dios. El signo de esa pertenencia es el bautismo. Y a aquellos que confíen en el mensaje de Jesús y lo proclamen, verán sus palabras acompañadas por signos. Unos signos que en la cultura judía eran los que nos cita el texto: echar demonios, hablar lenguas, coger serpientes con la mano… pero que en nuestro contexto cultural debemos traducir por: no ser indiferentes al dolor ajeno, poner a la persona por encima de cualquier cosa, construir una sociedad donde el verdadero señor de nuestras vidas sea Dios y cumplir su voluntad y tener sueños a los que no renunciemos. Evidentemente, son signos más sutiles que los que nos propone el evangelio, no tan visibles, pero igual de efectivos en la construcción del Reino.
Este mensaje que deja Jesús a los discípulos tiene su continuidad en todos nosotros, porque debemos llevar a cabo esta tarea. Jesús desaparece de la vista de los discípulos, pero su mensaje queda, Dios lo sitúa a su mismo nivel, lo sienta a su derecha y nosotros estaremos con Él.
Los hechos que acompañan nuestro ser cristiano son menos llamativos, pero estoy seguro que si agudizamos nuestra vista y nuestros oídos los veremos y oiremos a nuestro rededor. Cuando una persona ayuda a otra, cuando uno dedica su tiempo a los demás, cuando nos conmueve la injusticia y el dolor de los demás, cuando cuidamos nuestro entorno… y un largo etcétera que todos conocemos, entonces estamos construyendo esa buena noticia de Jesús. Estamos construyendo el Reino.
¿Qué signos acompañan tus palabras?