Este domingo 26 de agosto, es el XXI del Tiempo
ordinario y leemos Juan 6, 60-69.
Me gustaría pararme y reflexionar sobre esta
frase: “Su enseñanza es muy difícil de aceptar”, es decir, sus palabras no son
difíciles de entender, sino de aceptar.
Jesús les dice a sus discípulos: el que crea en
mí, que me siga y el que no, se puede marchar. ¡Vaya disyuntiva! A los
discípulos les resulta dura su forma de hablar, quizá ven excesiva la adhesión
que reclama de ellos, Jesús quiere la entrega total.
Muchos seguidores de Jesús se marcharon, porque
se dieron cuenta que aceptar lo que Jesús propone significaba un cambio radical
en sus vidas, en su vivencia diaria. Pero los discípulos no, y Pedro contesta
con rotundidad, claramente y sin dudas: “Tus palabras son palabras de vida
eterna”. Así es, Pedro reconoció a través de su fe, que Cristo es la imagen del
Padre, reconoció su bondad, dejó que se convirtiera en el eje de su vida,
sintió su abrazo y adhesión a Él.
Jesús que ha sido perseguido, humillado y que ha
demostrado su incredulidad no sólo con palabras, sino con pruebas, milagros… y
aún así la gente no le creía. Siente que sus palabras no tienen la suficiente
fuerza y sus discípulos carecen de fe y les hace una pregunta desgarradora
¿también vosotros queréis marcharos? Esta pregunta que sale del alma, desgarra
el corazón, llena del sentimiento más profundo, parece como si por un momento
Jesús temiera quedarse sólo, nadie como Él sabe llegar a lo más hondo del
corazón.
Hoy día mucha gente, se aleja de la Iglesia, la
pregunta de Jesús se dirige igualmente a los cristianos de hoy. Necesitamos de
la comunidad, para llegar a la plenitud espiritual. Decir sí a Jesús, es decir
sí a la Iglesia y a la Comunión Eucarística.
Ser cristianos no significa aceptar unas ideas sin
más, sino que esas ideas tienen que cobrar vida, transformar nuestra vida, ¡eso
es lo difícil!
Seguir a Jesús es algo más que una decisión
nuestra, es el Padre quién nos conduce a seguirle y el Espíritu Santo es el que
nos ayuda a entender sus palabras.
Hay gestos y palabras de Jesús tan actuales, que
están presentes en nuestros problemas y preocupaciones de nuestra vida diaria,
son gestos que se resisten al paso de los tiempos. Los siglos transcurridos no
han hecho perder la fuerza de sus palabras y la vida que transmiten, a poco que
estemos atentos y abramos nuestro corazón.
¡Qué maravilloso ser discípulo de Jesús! Conocer
y encontrarse con la frescura llena de vida de Aquél que perdonaba a las
prostitutas, abrazaba a los niños, contagiaba esperanza y compasión e invitaba
a los hombres a vivir con la libertad y el amor de los Hijos de Dios.