lunes, 10 de octubre de 2011

29º Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Mt 22, 15-21

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?» Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «¡Hipócritas!, ¿Por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto». Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?» Le respondieron: «Del César». Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».

Comentario:

Este 16 de octubre celebramos el 29º Domingo del Tiempo Ordinario y la liturgia nos propone el texto de Mateo 22, 15-21, que es de sobras conocido ya sabéis ese de dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. A propósito de una controversia generada entre los herodianos y los fariseos. Los judíos en tiempos de Jesús no distinguían entre el orden religioso y el civil, por lo que era lo mismo pecar que delinquir. Y pretenden pillar a Jesús con esta pregunta para que se posicione políticamente y así poder denunciarlo a la autoridad romana. Y Jesús lo que hace con su respuesta es desligar ambos órdenes, separar lo civil de lo religioso, dejando así sin argumentos a quienes pretendían hacerle caer en una trampa que le llevase al cadalso, y demostrando un ingenio nada habitual.

Ni fariseos ni herodianos le preguntan por Dios, pero Él desvía la atención a Dios: pagad al César, pero no os olvidéis de Dios. No podemos vivir fuera del mundo, el mundo no tiene que ser gobernado por Dios, sino por los hombres; pero no, por ello, podemos dejar a Dios fuera del mundo ni de nuestros corazones, ni que se nos gobierne como si Dios no existiera. Dios nos marca unas normas mínimas que todos debemos cumplir y respetar, incluso los gobernantes. Esas normas mínimas se reducen a una: amar al prójimo como a uno mismo.

Jesús se nos presenta en este pasaje como el ejemplo de autoridad que con la verdad y la libertad respeta la norma civil y no se olvida de la voluntad de Dios para con todos los hombres.

Yo no tengo el ingenio de Jesús, tal vez porque no voy siempre con la verdad y la libertad, o porque no tengo presente a Dios todo lo que debería y, ¿tú en qué fallas, en la verdad, en la libertad o en el compromiso con Dios?