lunes, 5 de abril de 2010

2º Domingo de Pascua

Texto: Jn 20, 19-31.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Comentario:
Este 11 de abril celebramos el segundo Domingo de Pascua y leemos Jn 20, 19-31. El texto recoge dos apariciones del Resucitado una sin estar presente Tomás y la segunda con él. El pasaje en el que Jesús corrobora la fe de Tomás permitiéndole que introduzca sus dedos en las agujeros de los clavos y metiendo su mano en la herida del costado. Por último, el evangelista recoge un pequeño comentario escrito para que podamos descubrir que Jesús es el Hijo de Dios.
Tal vez haya una expresión contenida en este Evangelio que llame poderosamente la atención: “Paz a vosotros”. Esta frase es más que un mero saludo, es más que la ausencia de guerra, es más que paz psicológica, es más que el simple bienestar. Esa Paz es la fuerza que concede al discípulo la capacidad de serlo, de dar testimonio con su vida, de perder el miedo.
Hay quienes nos piden pruebas de la existencia de Jesús, del hecho de su resurrección. Y nosotros les hablamos de estos testimonios porque es lo que buscan. Les hablamos de los textos de Flavio Josefo, de los evangelios, de las fuentes no cristianas, incluso de Eusebio de Cesarea. Pero todos ellos están muertos y no pueden dar otro testimonio que el que dejaron escrito. Y se nos olvida aquello que os trataba de transmitir la semana pasada. Cristo ha resucitado, esto es, está vivo entre nosotros. Evidentemente no lo podemos ver, pero lo podemos experimentar de otras formas y esta experiencia es la que realmente puede valer a quienes nos piden testimonio de nuestra fe. Por ello, si realmente vivimos a Cristo vivo podremos transmitir la experiencia a los demás.
¿Realmente mi vida puede testimoniar que Cristo vive en medio de nosotros?