lunes, 2 de febrero de 2009

5º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 8 de febrero celebramos el 5º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Marcos 1, 29-39.
El texto nos sitúa en el momento posterior al de la semana pasada. Jesús sale de la sinagoga de Cafarnaún, cura a la suegra de Pedro y la multitud le sigue para que los cure y alimente. Jesús hace un parón para rezar y decidir qué tiene que hacer. Entonces se pone en camino y va a otras aldeas para predicar la Buena Noticia, la llegada del Reino.
Tal vez sorprenda el lenguaje de Marcos, parece clara la intención del autor que no es la de ser un cronista, sino la de elaborar un texto que cambie el corazón de quienes lo escuchan, mover a la fe, anunciar la llegada del Reino.
No sé si habrás visto el musical “Jesucristo Superstar”, pues bien, hay un momento en que la gente abruma a Jesús pidiéndole milagros y curaciones, la reacción de Jesús es que se empieza a sentir agobiado y tiene que huir. Pues esa es la escena que me viene a la cabeza. En esta versión Jesús no se agobia, se retira a rezar para saber qué tiene que hacer. A Jesús no parece importarle que lo “utilicen”. Lo experimenta como la demostración de que ese Reino está presente entre nosotros.
Las más de las veces sólo seguimos a Jesús por interés, en mis tiempos hablábamos de ese Dios mágico, de bolsillo, al que sólo recurríamos cuando lo necesitábamos. Y Él, cargado de paciencia, intentando hacernos ver que no nos enteramos de nada, que por ahí no van los tiros, que eso son las consecuencias de la llegada del Reino, pero que lo esencial es eso, la llegada del Reinado de Dios, la presencia de Dios entre nosotros.
En realidad, ¿para qué buscas a Dios, lo sigues porque estás convencido de que su proyecto de amor puede cambiar el mundo, o te mueven otros intereses?