lunes, 26 de octubre de 2009

Todos los Santos

El próximo 1 de noviembre celebramos la solemnidad de Todos los Santos y la liturgia nos propone el texto de las Bienaventuranzas tomado de Mateo 5, 1-12.
Recuerdo con cariño la tarde en que un profesor me enseñó las Bienaventuranzas con un acrónimo: “posullohammilimpape”. Recuerdo cómo las aprendí de memoria, pero no ha sido hasta muchos años después que he podido entender algo de lo que verdaderamente Jesús nos ha querido transmitir con ellas.
Muchas veces se ha utilizado este fragmento del principio del Sermón de la Montaña, y más en fiestas como la de los Santos, para justificar posiciones de poder y sumisión, ya sabes eso de la falsa resignación cristiana; si tienes hambre aguanta que en el cielo te saciarás, tienes que ser limpio de corazón así podrás ver a Dios, si te persiguen por causa de Jesús tendrás una recompensa grande en el cielo, etc.
Pero creo que la lectura debe ser la contraria: el confiar en Jesús, el creerme lo que me dice, el ser amigo suyo, me lleva a cambiar actitudes en mi vida que, de vez en cuando, como a él, me va a traer problemas, me complica la vida. Pero Dios no me abandona en esa situación, está conmigo y me acompaña en la difícil tarea de seguir a Jesús.
Este texto constituye en principio programático del Reino de Dios, a lo que debemos aspirar. De golpe, asustan, para seguir a Jesús debo ser pobre, sufrir, llorar, tener hambre de justicia, ser misericordioso, limpio de corazón, trabajar por la paz y ser perseguido. Pero pensándolo bien, simplemente se trata de querer el bien para todos, de considerar a los demás como verdaderos hermanos a los que amar. Por eso es un proyecto para todos, no sólo para héroes sino para que cualquiera que quiera seguir a Jesús pueda ser santo.
¿Todavía te crees el proyecto del Reino de Dios o crees que es sólo para santos?