miércoles, 27 de octubre de 2010

31º Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Lc 19, 1- 10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más». Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Comentario:

El próximo 31 de octubre celebramos el trigésimo primer Domingo del Tiempo Ordinario y la liturgia nos ofrece el pasaje del encuentro de Zaqueo con Jesús en Lc 19, 1-10.

Un Zaqueo pequeño, que siente curiosidad por ver a Jesús, y que se sube a la higuera para verle; un encuentro que es más bien un encontronazo; y un cambio radical, de colaboracionista con los romanos, recaudador de impuestos a repartidor de lo que tiene con los necesitados y restituidor de lo defraudado a sus compatriotas.

En alguna ocasión ya hemos visto las experiencias de cambio que supone el encontrarse con Jesús, en este texto son evidentes; pero quiero fijarme en la dinámica de la relación, en cómo se produce ese encuentro.

El encuentro con Jesús siempre es de la misma forma, debemos tener cierta disposición, estar atentos, que la búsqueda de Jesús nos suponga cierta inquietud. Jesús está ahí para nosotros, está a nuestra disposición. Una vez que se produce este primer encuentro, la dinámica funciona por sí sola si se mantiene esa actitud de búsqueda. Y, a partir, de ahí se produce el cambio. Un cambio que transforma a toda la persona. Una transformación liberadora, que nos permite liberarnos de aquello que nos sobra para acabar siendo felices. Esa es nuestra vocación, Jesús nos llama para ser felices, libres, que nuestro seguimiento nos lleve a ser felices y libres, importándole poco al propio Jesús que murmuren de él por ir a comer con pecadores.

La perícopa de hoy nos enseña los efectos de ese encuentro: la felicidad de Zaqueo, el cambio de vida, la restitución de lo obtenido por su oficio oprimiendo a sus hermanos y colaborando con el Imperio Romano, y el compartir con los necesitados aquello de lo que se dispone. ¿Qué supone para ti el encuentro con Jesús? ¿Cómo ha sido tu encuentro con él?