lunes, 27 de julio de 2009

18º Domingo del Tiempo Ordinario

Continuamos con el relato de Juan que comenzamos la semana pasada, este 2 de agosto, 18º del Tiempo Ordinario, en el capítulo 6, versículos 24-35.
En este texto, Jesús a huido de la gente y ésta le sigue, cuando le encuentran Jesús les reprocha algo que todavía hoy nos sigue reprochando a nosotros y que ya hemos comentado en más de una ocasión. Le siguen no porque entiendan de qué va la historia, sino porque les llena la barriga. Este Evangelio explicita la idea que veíamos la semana pasada, Jesús es el Cordero, el alimento que Dios nos ha regalado, para no volver a tener hambre. La gente, las más de las veces, seguimos a Jesús porque nos sacia el hambre, pero Él quiere ir más allá. Quiere nuestra salvación, y la única manera de conseguirla es acercándonos a Él, alimentándonos de Él, dejándonos amar por Él.
Es cierto que, muchas veces, nos centramos sólo en alguna parte de nuestro ser cristiano. Como decía, creo que, santa Teresa: “en el punto medio, en el equilibrio, está la virtud”, por atender a los hermanos no podemos descuidarnos a nosotros mismos, ni a nuestra relación con el Señor. No podemos descuidar ninguna de ellas. Como Jesús habrá veces que necesitemos retirarnos de la gente para poder estar con los nuestros, con Dios y con nosotros mismos para poder seguir proclamando el amor de Dios y no acabar proclamándonos a nosotros mismos.Las preguntas de hoy creo que son evidentes: ¿De qué te alimentas? ¿Qué ofreces a los demás?