sábado, 12 de noviembre de 2011

33er Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Mt 25, 14-25

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro dos; a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”. Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El Señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y rechinar de dientes”».

Comentario:

Este 13 de noviembre celebramos el 33º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos la parábola de los talentos en Mt 25, 14-30.

El texto seguro que lo conocéis… un señor da una serie de talentos a sus empleados, a cada uno según sus capacidades, a la hora de rendir cuentas el recibió cinco ganó otros cinco, el que recibió dos ganó otros dos y el que recibió uno lo enterró y devolvió lo que había recibido. De los dos primeros dijo que eran fieles y cumplidores, y del tercero lo llamó negligente y holgazán. Le quitaron a este el talento y se lo dieron al que más tenía.

Hace unos años, trabajaba en una empresa cuyo lema extraoficial era que el que no se menea es porque está muerto. Tal vez este sea el pecado que quiera evitar Jesús cuando cuenta la parábola de los talentos, el inmovilismo, el peligro de quedarnos anquilosados.

Este es nuestro pecado, el pecado de nuestra Iglesia, que se piensa las cosas setenta veces siete antes de hacer nada, que tiene miedo a los cambios. Tú y yo podemos equivocarnos, pero lo que nunca podemos hacer es quedarnos quietos. A mis alumnos me canso de explicarles que la no elección es una elección pero, normalmente, es la peor de las elecciones. El propio texto de hoy está ligeramente modificado para hacernos ver en él otra cosa. El Evangelio dice que el reino de los cielos se parece a un hombre que se iba de viaje y repartió a sus criados, pero en la traducción litúrgica omiten eso. De un reino de los cielos en que no podemos quedarnos quietos a una moralina que sirve para cualquier ámbito de la vida.

Imaginaros que Jesús, ante la disyuntiva del huerto de los olivos, se hubiese quedado pensando y pensando, sin decidir si el aceptar el cáliz que Dios le ofrecía o no, en ese caso hoy no gozaríamos de la redención de la cruz. Puede que de otra, porque Dios puede hacer las cosas como quiera, pero no la de la cruz.

Y tú ¿prefieres enterrar tus talentos o trabajar con ellos?