viernes, 3 de junio de 2011

Ascensión del Señor

Texto: Mt 28, 16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he manda­do. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

Comentario:

Este 4 de junio celebramos la Ascensión del Señor y leemos el episodio en el Evangelio de Mateo, son sus cuatro de sus últimos versículos. En él, los once vuelven al principio, a donde todo empezó, para volver a empezar para que desde donde Jesús empezó, ellos comenzar y continuar también su tarea, donde Él no llego, al resto de pueblos. El evangelista nos describe la situación psicoafectiva de los once: cierta incertidumbre, entre el reconocimiento y la duda. Y volvemos a los temas de las semanas precedentes, que como dice “el sacramento de la colilla” de Boff, Jesús no se va, Dios no se lo lleva, lo mete más en nuestras vidas.

Los apóstoles continúan la misión de Jesús volviendo al principio, retomando las enseñanzas de Jesús, que eso es lo que nos quiere decir Mateo cuando menciona el monte que Jesús les había indicado. Jesús está presente en medio de nosotros resucitado cuando en nuestras vidas actuamos siguiendo los principios que Él nos dio en el monte de las Bienaventuranzas, en el Sermón de la Montaña.

La misión que nos encomienda Jesús es esta misma, bautizar y enseñar, y no enseñar lo que nosotros creemos, no moralina barata, no un adoctrinamiento sin sentido; sino su Palabra, su Vida. El resto no es más que voluntarismo, altruismo o ideología.

Habrá quienes digan: “eso… a bautizar” y pretendan imponer la fe a los demás. La fe es un regalo, no todo el mundo lo recibe. Jesús nunca impuso su mensaje, lo propuso. Esa es nuestra única tarea proponer y bautizar a quienes acepten el mensaje de Jesús, no el nuestro, sino el del Maestro.

¿Cómo llevamos a cabo esa misión, fundamentados en voluntarismo o en ideología? ¿Imponemos o proponemos?