miércoles, 3 de febrero de 2010

5º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 7 de febrero, celebramos el 5º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Lc 5, 1-11. El texto recoge el relato de la vocación de los primeros apóstoles de Jesús: Simón, Santiago y Juan, en el lago Genesaret y el relato de la primera pesca milagrosa. Dos personajes acaparan toda la escena, Simón y Jesús. Jesús le pide a Simón que reme más adentro. Luego le pide que eche las redes, y se produce una pesca que hace que tenga que avisar a los de otra barca para arrastrarla a la orilla. Jesús promete a Simón que lo va a convertir en pescador de hombre y ellos dejándolo tod le siguieron.
La relación entre Simón y Jesús resulta extraña, es raro que alguien que conoce bien su oficio acepte que alguién le diga qué tiene que hacer en su profesión. Y resulta extraño que ante su aparente equivocación, en lugar de rebotarse, lo acepte y se reconozca pecador. Lo que ya parece más normal es la siguiente respuesta de Jesús en su dinámica: no pasa nada, ahora ya no te vas a dedicar a esto. Y luego otra reacción extraña: dejándolo todo le siguieron.
Una serie de respuestas extrañas, todas ellas basadas en la confianza, en una confianza fuera de lo normal. Una confianza que cambia por completo a la persona, y creo que en este relato se ve todo el proceso de transformación. Una confianza que más allá de alienar a la persona, la capacita para aceptar nuevos retos. El principio de la transformación es la confianza y reconocer la condición limitada, pecadora, frente a Dios. Pero, la experiencia nos dice hace preguntarnos de dónde sale esa confianza que algunos buscamos. Y sólo cabe una respuesta: de Dios.
¿Cómo vivo mi fe, como respuesta a un regalo de Dios o como una serie de prácticas morales y religiosas?