lunes, 7 de diciembre de 2009

3er. Domingo de Adviento

Este 13 de diciembre celebramos el tercer domingo de adviento, el domingo Gaudete, y leemos Lc 3, 10-18.
El texto recoge la prometida explicación de en qué consiste la conversión que se nos anunciaba la semana pasada. Cuando ante esta predicación, la gente confunde a Juan con el Mesías, Juan les hace mirar hacia alguien sobre quien él no tiene ningún derecho, alguien que es quien ostenta el verdadero poder. Al que él sólo puede señalar entre el pueblo.
Juan nos dice que la conversión consiste en que podemos hacer las cosas de otra forma, que tenemos otro modo de hacer las cosas. Nos invita a compartir, a ser honestos, a dirigir nuestros actos pensando en los demás, a cambiar para dirigir nuestras vidas en función no sólo a nosotros mismos. Y Juan nos lo demuestra con el ejemplo. Él podría dejarse llevar por la gente pensando sólo en sí mismo y, sin embargo, señala hacia otra persona, la que realmente puede llevarnos al perdón de los pecados que era el objetivo de ese cambio de conducta, de la conversión.
Juan nos señala a Jesús presente en medio de nosotros, al que esperamos en su segunda venida. A Él, a Jesús, le reconoce el poder de convocar en torno a sí al Pueblo de Dios. Juan, sabedor de su función, “confía”, espera y cumple su misión fiándose de que la función que Dios le encomendó tendrá su recompensa. Sin más satisfacción que la de saberse pregonero de su Palabra entre nosotros.
¿Eres un instrumento del Dios que viene como Juan? ¿Qué es lo que tienes que hacer tú para que este mundo sea más justo? ¿Qué puedes hacer por los demás? ¿Por qué no lo haces?