martes, 28 de diciembre de 2010

2º Domingo de Navidad

Texto: Jn 1, 1-18

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venia como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: “el que viene detrás de mi pasa delante de mí, porque existía antes que yo”». Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Comentario:

Este 2 de enero celebramos el 2º Domingo de Navidad y leemos, de nuevo, Juan 1, 1-18. La liturgia nos ofrece una segunda oportunidad de reflexionar sobre el prólogo del Evangelio de Juan, ya nos lo ofreció en la misa de Navidad.

Una vez tuve un profesor que al explicar los cuatro evangelios y la relación que había entre ellos, decía: “el Evangelio de Marcos es un relato de la pasión con un prólogo muy largo, cuenta la historia de Jesús el Hijo de Dios; los Evangelios de Lucas y Mateo se preguntan quién ese hombre; y el Evangelio de Juan se pregunta quién es este Dios”. Pues bien, este prólogo nos da la clave interpretativa de todo el Evangelio. Nos habla de un Jesucristo preexistente, que coexiste con el Padre desde el Principio. Cuando trato de explicar esto siempre me encuentro con el mismo problema, “desde el Principio”, desde siempre… y me preguntan ¿desde la creación del mundo? No… desde antes, desde siempre. El siempre no tiene principio ni fin.

A nivel práctico tal vez debamos fijarnos en los versículos finales. Mientras que Moisés nos dio la Ley, Cristo nos ha traído la gracia y la verdad que proceden de Dios. Porque a Dios nadie lo ha visto, solo el Hijo que es quien nos lo ha dado a conocer. Y lo que nos enseña el Hijo es que Dios está en los que nos rodean, especialmente en los que más nos necesitan. Y cuando no hacemos caso de este mensaje estamos en la tiniebla, rechazando a Jesucristo. Los que podamos llamarnos hijos en el Hijo, lo somos no por el amor humano (aunque sea el único paradigma que entendamos), sino por el amor divino, que es capaz de entregar a su único Hijo por nosotros.

Las más de las veces, nuestra cabeza nos impide amar. No intentemos comprender, sólo amar.