lunes, 23 de marzo de 2009

5º Domingo de Cuaresma

Este 29 de marzo celebramos el 5º Domingo de Cuaresma y leemos Juan 12, 20-33.
El texto debemos situarlo en la última subida de Jesús a Jerusalén, después de la entrada triunfal y en el que el propio Jesús nos anuncia el medio que ha elegido el Padre para glorificarle. El evangelio nos aproxima a los hechos de la Pasión, Muerte y Resurrección, y en la interpretación de los mismos se centra. El evangelista, aprovecha para hacer todo un tratado de salvación, del mismo Cristo y de la Comunidad. En cuanto al tratado sobre la Iglesia, viene a insistir en la universalidad del mensaje de Jesús. En cuanto al tratado sobre Cristo debemos recordar cómo en varios momentos ya hemos hablado del tema de la “hora” y, ahora, ha llegado la hora, ha llegado el momento en que Jesús se va a manifestar en toda su plenitud, en la cruz que va a izarlo para nuestra salvación, como veíamos la semana pasada.
Y, como la semana pasada, una frase llama poderosamente la atención. “El que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor”. Hay quienes en este versículo encuentran una justificación para aceptar, con la mal llamada “resignación cristiana”, el dolor. Pero lo cierto es que el servicio y el seguimiento son renuncia a uno mismo, con una finalidad: los hermanos, en los que encontramos a Cristo vivo. Sin esta finalidad, nuestra negación de nosotros mismos es estéril y no hay resignación, ni cristiana ni de ningún otro tipo, que lo justifique.
La liturgia nos está transmitiendo que llegamos al final de la cuaresma, que debemos empezar a hacer balance de la conversión que nos proponíamos al principio de la misma. Si nuestro cambio ha sido o no efectivo, si ha cambiado algo en nuestro corazón o no, si estamos o no más cerca de la salvación que Jesús nos ofrece.