sábado, 26 de mayo de 2012

Pentecostés

Texto: Jn 20, 19-23

Al anochecer de aquél día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».



Comentario: (Realizado por Susi)

Este domingo celebramos la fiesta de Pentecostés, y leemos Juan 20, 19-23.
Es la fiesta en la que todos los cristianos, tenemos que ser conscientes de lo que supone ser movidos por el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo.
Este texto nos recalca una vez más que Jesús crucificado en la Cruz, es el mismo que resucita y se muestra ante sus discípulos, con un saludo “paz a vosotros”, esta paz se refiere a una paz interior y espiritual que designa confianza, serenidad…
Jesús les dice: “Recibid el Espíritu Santo” y ¿qué hizo el Espíritu en los discípulos? Les dio valentía, fuerza y valor para predicar, ya no le temían a nada, ni a la cárcel, ni a la tortura, ni al martirio, porque la fuerza del Espíritu estaba en ellos. Esa misma fuerza, es la que nos empuja a nosotros a cumplir nuestra misión.
El Espíritu Santo, es el alma de mi alma, la vida de mi vida, el ser de mi ser, el santificador, el huésped de mi interior más profundo, para llegar  a madurar en mi fe, es necesario que mi relación con Él sea cada vez más personal, necesitamos abrir las puertas de nuestro interior de par en par, para que Dios habite en nosotros. Él Espíritu, que es Dios, es el que hace “ARDER” nuestro corazón, en AMOR y nos mueve a hacer las obras de Dios.
Señor ¡Quiero disfrutar mi fe! ¡Quiero disfrutar el placer de amar con tu amor! ¡Quiero recibir el perdón y la paz! ¡Quiero los frutos de tu resurrección!
Hoy hay varias preguntas que nos invitan a reflexionar sobre nosotros mismos:
¿Cómo está mi vida espiritual? ¿Verdaderamente he recibido a Cristo en mi corazón? ¿Cómo estoy ejerciendo el don o los dones que el Espíritu Santo me ha otorgado? ¿Cuáles son los frutos de dichos dones?