jueves, 14 de octubre de 2010

29º Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Lc 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”». Y el Señor añadió: ‑ «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

Comentario:

El próximo 17 de octubre celebramos el 29º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Lucas 18, 1-8.

El texto recoge el momento en que Jesús cuenta esa parábola sobre la necesidad de orar, del juez y la viuda, y la posterior explicación de Jesús.

Como en otras ocasiones Jesús nos invita a orar siempre en todo momento, el pedid y se os dará, aunque nada más sea por pesados. De nuevo el tema central es la fe, el descubrir la complejidad de la fe, cuando la cosa parece mucho más sencilla, una fe que no nos permite hablar de derechos, sino de obligaciones. Hoy les contaba a mis alumnos qué significa eso de la libertad y cómo cuando parece que la ejercemos estamos siendo esclavos de otras cosas… bueno pues eso mismo pero con la fe es lo que hacía Jesús, pero hoy vemos como lo que pedimos puede que no sea lo mejor para nosotros y, a pesar de ello, Él nos va a dar siempre lo que necesitamos, lo que realmente necesitamos. Y mucho menos nos lo va a conceder cuando queramos, sólo cuando Él lo considere oportuno. Un amigo mío me decía que ya andaba con mucho cuidado con lo que le pedía a Dios, porque había descubierto que siempre se lo concedía, no cuando lo pedía, pero lo concedía. La sencillez de la sencillez de las pasadas semanas no está reñida de que Dios nos escuchará que saldrá en nuestra defensa cuando lo necesitemos. Eso es fe.

¿Nuestro grado de confianza, de fe, llega hasta tener cuidado de lo que le pedimos? Como me recuerda un amigo mío, somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras. En la relación con Dios, ¿también somos conscientes de esta verdad o pedimos por pedir?