martes, 15 de diciembre de 2009

4º Domingo de Adviento

Este 20 de diciembre celebramos el 4º Domingo de Adviento y leemos Lc 1, 39-45.
De nuevo, el segundo personaje central de todo Adviento, María. Quien viaja para visitar a su prima Isabel, ésta al oír el saludo de María se llenó de Espíritu Santo y la bendijo.
Puede parecernos un texto de transición, sin apenas contenido, para que veamos lo buena que es María al ir a acompañar a su prima o cómo se propaga la noticia de lo que va a suceder, del nacimiento de Jesús.
Pero creo que nada más lejos de la realidad. Lo que en realidad nos propone el Evangelio es, de nuevo, el tema de la fe. Cómo María se fía de Dios y cómo el fiarse de Dios merece la pena, porque sus promesas se cumplen.
Este Adviento se nos ha propuesto todo ese proceso de confianza, un ángel le anunció a María, ésta se fió, y Dios le concede el vislumbrar lo que va a ser el cumplimiento de esa promesa en su prima. En todo el Adviento hay otra figura omnipresente: Juan. Este último domingo no es menos. Juan que nos ha estado señalando a Jesús, entre los hombres, vuelve a señalarlo alegrándose por la visita en el seno de su madre.
La confianza de María es modelo para todos nosotros. No es cuestión de fiarse a ciegas, María sabía de quién se fiaba, aquel de quien se fió merecía que se fiasen de Él.
La cuestión para nosotros es si sabemos dónde depositamos nuestra confianza. Si nosotros también hemos dicho que “sí” a Dios, si nos hemos convertido como nos pedía Juan la semana pasada, Jesús se encarnará en nuestras vidas y “esa” gracia que necesitamos de Dios para que nuestra conversión sea perfecta se nos concederá.¿En quién confías? ¿En qué ha consistido tu conversión? ¿Te sientes preparado para recibir a Jesús en tu vida?