miércoles, 20 de julio de 2011

17º Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Mt 13,44-52

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El Reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?» Ellos le contestaron: «Sí». Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del Reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo».

Comentario:

Este 24 de julio celebramos el 16º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos el evangelio de Mateo, 13, 44-52. El texto es las parábolas del tesoro escondido, la perla y la red de arrastre. Seguimos con las parábolas del Reino.

Dos partes claras se distinguen en el relato de hoy. Por un lado, las dos primeras parábolas, la del tesoro y la perla, que nos hablan del valor del Reino. Del esfuerzo personal que supone descubrir el valor del Reino. Y por otro lado, la parábola de las redes de arrastre, que está recordándonos la parábola de la cizaña de la semana pasada. Por fin, la comparación con el escriba que se convierte, que empieza a creer, que tiene que saber compaginar lo nuevo y lo antiguo, saber aprovechar lo antiguo para adaptarlo a lo nuevo.

Las parábolas del tesoro y la perla nos hacen caer en la cuenta de cuál es nuestra prelación de valores, nuestra escala de valores. En esa escala de valores, cuando descubres el Reino te das cuenta que ese Reino pasa a ocupar el primer lugar en esa prelación.

La parábola de la red, como la cizaña, nos hace darnos cuenta de que tenemos que convivir con lo que nos toca, el trabajo de Dios es suyo y, normalmente, es el que pretendemos hacer, no podemos juzgar, eso le corresponde a Él. El sabernos seguidores del Reino no nos da derecho a criticar a los demás. Quienes desde una postura u otra critican a los de la contraria, están cayendo en aquello que Jesús critica en estas parábolas.

Y por último, la del padre de familia, que tiene que compaginar lo tradicional y lo moderno.

¿Nos creemos con derecho a criticar lo que hacen los demás por la construcción del Reino cuando no coincide con nuestras ideas? Esto supondría renunciar a la dinámica del Amor que nos exige el trabajo por el Reino.