lunes, 30 de noviembre de 2009

2º Domingo de Adviento

Este 6 de Diciembre, además de la Constitución, celebramos el 2º Domingo de Adviento y la liturgia nos ofrece el texto de Lucas 3, 1-6.
El texto comienza poniéndonos en situación, casi de una forma obsesiva. Sitúa la acción en un momento y lugar muy determinados. Pues bien, en ese preciso momento y lugar vino la Palabra de Dios a Juan el que predicaba un bautismo de conversión para que se nos perdonen los pecados. Y como dijo el profeta Isaías a nosotros nos corresponde preparar el terreno para que Dios llegue a nuestros corazones.
La figura de Juan anunciando y profetizando me hace pensar en la figura del profeta. Un profesor me dijo que los profetas eran esas personas que tenían un olfato especial para percibir lo que sucedería si no se modificaban determinadas actitudes. Pero hace poco, repasando un diccionario de teología, me he encontrado con una definición tal vez más acorde al sentido de hoy. El profeta es esa persona que recibe la Palabra de Dios y desde ese momento no puede hacer otra cosa que pregonar esa voluntad que no es la suya. Esto es lo que le sucede a Juan: anuncia lo que Dios quiere, la conversión. La semana que viene veremos más en qué consiste. De momento, nos basta con entender que la manifestación física de esa conversión es el bautismo, y que la finalidad del cambio que nos pide es que se nos perdonen nuestros pecados. Casi me da lástima que, cada día más, pensemos que no tenemos pecados. Porque si no tenemos pecados no necesitamos convertirnos para nada, pero parece que todos necesitamos cambiar cosas en nuestras vidas para poder, como dice Isaías, preparar el camino al Señor Jesús que viene. Todos necesitamos amar más, a más gente, más desinteresadamente, aunque esto nos parezca imposible, por nuestra condición humana, para prepararnos a esta venida de Jesús a nuestros corazones que se nos ofrece esta Navidad.
¿Qué necesitas cambiar en tu vida? ¿Qué pecados necesitas que se te perdonen? ¿Qué significa para ti, tu bautismo?