martes, 6 de diciembre de 2011

3 er. Domingo de Adviento

Texto: Jn 1, 6‑8. 19‑28

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?» El confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?» El dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?» Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?» El contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?» Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Comentario: (realizado por Susi Cruz Navarro)

El domingo día 11 de diciembre es el tercer domingo de adviento. El evangelio está tomado de Juan cap. 1,6-8. 19-28.

El texto nos muestra la figura de Juan el Bautista y su misión que es dar testimonio de la luz, para que creyeran por él, en Jesucristo. Él no era la luz, sino testigo de esa luz, su misión, por tanto es hablar en nombre de Jesús. Juan lo dice claramente: Jesús es lo importante, no el predicador que habla de Él. No hay que reverenciar a las personas, por más que sean tan grandes como Juan, el único digno de alabanza es Dios y nosotros somos siervos de Él.

En este texto hay una buena reflexión, Juan dice que es la voz que grita en el desierto y yo me pregunto ¿alguien la escucha? Sólo el que busca el silencio en su interior puede acoger esa voz, sólo el que deja entrar a Jesús en su corazón, sólo el que tiene el alma dispuesta, sólo el que escucha la Palabra, sólo el que acoge su mensaje. Dios no obliga nunca, Él invita a encontrar esa luz…..y a no estar a oscuras.

Los sacerdotes y levitas le preguntan que quién era, pero la pregunta es extensiva a todos ¿quiénes somos? ¿Cuál es nuestra verdadera vocación? Sin caretas, sin tapujos. No lo que piensan o dicen, o lo que esperan de ti, ni siquiera lo que tú mismo has llegado a creerte.

Pensando en la figura de Juan el Bautista, me doy cuenta de lo poco que puedo presumir de mi luz, pero ¡qué alegría! cuando se refleja en mí y la siento en mi corazón. Creer verdaderamente en Jesús, es nacer de nuevo. Deja que tu luz brille delante de la gente, para que ellos vean tu alegría, tus obras, tus palabras y se contagien de ello. Dios cuenta contigo, tal como eres, cree en ti, confía en ti, a pesar de tus debilidades o defectos. Él quiere que tú le acompañes, quiere que anuncies su mensaje.

¿Vas a pedirle a Jesús que te ayude a hacer esto por Él? Es necesario que Él CREZCA y que yo disminuya.