El próximo 27 de junio celebramos el Domingo 13º del Tiempo Ordinario y leemos Lucas 9, 51-62.
Además de la introducción en la que Jesús decide ir a Jerusalén, dos partes podemos distinguir en el texto. Por un lado, la visita a un pueblo de Samaria en el que no le reciben y las reacciones de los Apóstoles y de Jesús. Y luego, las diferentes posibilidades ante la persona de Jesús, el que quiere seguirle y Él le dice que no es fácil; al que le invita a seguirle y le pone excusas; y el que quiere seguirle pero parece que se arrepiente antes de empezar.
De la primera parte, es conveniente destacar el rechazo frontal a ciertas motivaciones para hacer las cosas, para que se acoja el mensaje de Jesús no cabe la violencia ni la venganza. El mensaje de Jesús se propone, no se impone. Y de la segunda parte, podemos destacar las diferentes reacciones ante el mensaje y la persona de Jesús.
Cuando la iniciativa parte del hombre, éste fracasa. Y aún cuando la iniciativa, la invitación viene de Jesús, el hombre es libre para dar su respuesta, el éxito no está garantizado. El seguimiento de Jesús supone estar dispuesto a todo, poner a Dios como el único referente de nuestra vida. Las medias tintas no valen. Pero esto no supone que Dios anule al hombre, sino que lo lleva a su plenitud, que le dota de la libertad absoluta frente a cualquier pulsión interna o externa.
Nuestra labor, la tuya y la mía, es anunciar este mensaje de liberación independientemente de que obtengamos o no resultados. Debemos sembrar para que otros recojan. El propio Jesús así lo hizo y el Evangelio de hoy nos lo corrobora.
¿Acaso nos creemos mejores que el propio Jesús cuando esperamos que nuestros esfuerzos fructifiquen? ¿Y buscamos resultados cuantitativos más que cualitativos?