martes, 29 de septiembre de 2009

27º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 4 de octubre celebramos el 27º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Mc 10, 2-16. En él nos encontramos con una controversia que plantean los fariseos a propósito de la cuestión del divorcio, la explicación de lo dicho entre los discípulos y se añade una perícopa, que personalmente me implica, a propósito de los niños, ya sabéis: “dejad que los niños se acerquen a mí… de los que son como los niños es el Reino de los Cielos”.
Como hace un par de semanas, los fariseos plantean a Jesús una cuestión, que les explica, pero luego profundiza más en la cuestión para los discípulos.
Otros años ya hemos abordado la cuestión divorcista, cómo el contenido de la ley mosaica queda superado por el amor, por la confianza, una confianza que luego vemos reflejada en esos niños que son los únicos que entienden lo del Reino de los Cielos.
Hoy quería fijarme en esta perícopa, en la importancia de los niños para Jesús… el otro día un amigo mío me decía que de pequeño le dijeron eso de que el que no se hace como un niño no entiende el Reino y que desde entonces, seguía comportándose así. Lo decía a propósito de que andaba dando mal, enredando… pero el sentido del texto, y él lo sabía, no es ese, el sentido del texto nos dice que si no aceptas el Reino como un niño, no entrarás en él. Aceptar el Reino como un niño supone aceptarlo tal cual, los niños se fían, confían cuando algo se lo dan o se lo presentan sus padres o alguien que saben que les quiere. Ese acercamiento al Reino, al Evangelio con este grado de confianza, de amor es el único que puede abrirnos las puertas del Reino, el único que puede abrirnos nuestra cabeza y nuestro corazón a la presencia del Reino entre nosotros.
¿En alguna ocasión tratas de hacerte como un niño para entrar en el Reino de Dios, o sólo lo haces para excusar actos impropios de tu edad o condición?