lunes, 24 de agosto de 2009

22º Domingo del Tiempo Ordinario

El 30 de agosto celebramos el 22º domingo del Tiempo Ordinario y volvemos al evangelio de Marcos, capítulo 7, vv. 1-8. 14-15. 22-23, después de excursos a Juan para explicar la multiplicación de los panes y los peces. El texto recoge la controversia de Jesús con escribas y fariseos a propósito de que los discípulos coman sin cumplir con las normas de pureza ritual establecidas por la ley mosaica. El paréntesis en que nos explica en qué consiste esa pureza denota que Marcos escribe para comunidades ajenas al judaísmo. En este texto Jesús da un giro copermicano a la concepción moral, lo puro-impuro no es lo que viene de fuera, eso puede contaminar, pero no volver impuro, lo que realmente importa es lo que sale de nuestros corazones.
La enseñanza de Jesús hoy, me recuerda todas esas veces que mis alumnos o mi hija me preguntan: y esto por qué tengo que hacerlo así, o simplemente, el porqué de alguna decisión y añaden, a ti qué más te da. Y es cierto, a mi me daría lo mismo, pero crees que la decisión que has tomado es la mejor para su crecimiento personal y esa es una razón que no les puedes dar porque ellos creen saber mejor que nadie que es lo que conviene a su crecimiento personal. Pues el Evangelio de hoy viene a enseñarnos eso mismo, los mandatos de Dios están en orden a nuestro crecimiento personal y eso no hace a Dios ser ni más ni menos. Lo mismo que eso que les dices a los hijos no te hace ser ni más ni menos padre o madre, ni más ni menos profesor. Lo mismo que esas decisiones nuestras, que los pequeños no entienden, van cambiando conforme crecen, también lo hacen las de Dios y no podemos aferrarnos a las normas que nos daba cuando nuestro camino de fe comenzaba, debiendo adaptarnos las nuevas instrucciones para el nuevo período.
¿Eres capaz de asumir las nuevas normas de la fase en la que te encuentras?