lunes, 16 de febrero de 2009

7º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 22 de febrero celebramos el 7º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Marcos 2, 1-12.
El texto recoge el retorno de Jesús a Cafarnaúm y con la gente abarrotando el lugar donde estaba, unas personas descuelgan un paralírtico desde el tejado. Los escribas protestan cuando Jesús ante su muestra de confianza en él, le dice que sus pecados le son perdonados. Ante la protesta, Jesús cura al paralítico que sale por su propio pie cargando con la camilla que antes le había esclavizado.
Parece que con este Evangelio se cierra un ciclo. Jesús vuelve al lugar desde el que partió hace unos cuantos domingos, salió de allí para anunciar el Reino de Dios, porque la gente le seguía por los signos de ese Reino, no por el anuncio de la llegada de ese Reino.
En esta ocasión, parece que el paralítico sí que le sigue por la cuestión del Reino y no de los signos, pero los escribas aparecen ahí para demostrar que hay quienes necesitan de esos signos. Al paralítico se le perdonan los pecados, los escribas murmuran y Jesús les demuestra que el aceptar el Reino es más grande que aceptar los signos.
En el judaísmo pensaban que las enfermedades eran las consecuencias del pecado. Por eso Jesús, con esta curación, les demuestra a los escribas que es capaz de perdonar pecados.
No quiero prescindir de una idea. El paralítico tenía fe, pero también la debían tener quienes le descolgaron. Él sólo no podía acudir a Jesús. Los que le ayudaron, de alguna manera, por la confianza en el paralítico o en Jesús, también se benefician del milagro.
A mí me gustaría tener la confianza suficiente de quienes llevaban la camilla y ser capaz de acercar algunos corazones a Jesús.A nadie nos vienen mal los signos, pero ¿los necesitas para confiar?