jueves, 2 de septiembre de 2010

23er Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Lc 14, 25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

Comentario:

Este 5 de septiembre celebramos el 23er Domingo del Tiempo Ordinario y el texto que se nos ofrece está tomado de Lc 14, 25-33. Uno de los pasajes más inquietantes, más duros del Evangelio: “si alguno viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos…, incluso a sí mismo, no es digno de ser discípulo mío”. Lo que Jesús nos propone no es una renuncia baldía, no significa dejar cosas, sino que todo queda relegado a un segundo plano, porque hemos descubierto qué es lo importante para nosotros. Cuando nos dice que hay que cargar con nuestras cruces y seguirle para ser discípulos, podemos entender que hay que sacrificarse, aceptar las penurias que nos llegan, pero la cruz no tiene sentido si no es siguiéndole, y Él cargó con las cruces de los que le rodeaban para aliviarles. De la misma forma, si nuestros sacrificios no son para ayudar a los demás, carecen de sentido, no son sino demostración de nuestro autocontrol; esas oblaciones serán útiles a los ojos de Dios si las vivimos para los demás.

Luego pone un par de ejemplos sobre sentarse a pensar antes de afrontar decisiones importantes, invitándonos a medir nuestras fuerzas porque aunque no haya que hacer esos sacrificios inútiles, sí que hay que hacerlos por y para los que nos rodean; aunque no haya que abandonar por nada, hay que descubrir qué es lo importante y seguirlo abandonando lo que no está en función de esa finalidad. En resumidas cuentas, como estos domingos atrás se nos propone un cambio no tanto de actitudes sino de motivaciones. Los ejemplos están claros: hay quienes cuando se abstienen de comer carne ponen en su mesa marisco, sin darse cuenta que el objetivo no es mortificarse, sino sentirse más libre para darnos a los demás.

¿Estamos dispuestos a las renuncias que nos pide Jesús? Y lo que es más importante ¿estamos dispuestos a hacerlo por los motivos que él quiere?