lunes, 1 de junio de 2009

Santísima Trinidad

Este domingo, 7 de junio, celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad y la liturgia nos ofrece el texto de Mateo 28, 16-20. Cuatro versículos que, de nuevo, recogen, al final del Evangelio de Mateo, la misión, el envío con una tarea explícita, de los Once. Sitúa a los discípulos en Galilea, en el monte en el que Jesús les había citado. Se apareció y les dio un discurso de despedida, les envió y les prometió que estaría con ellos siempre.
La semana pasada recordaba cómo un profesor me enseñó eso de que el Espíritu era el Amor, pues bien, la fiesta de hoy nos recuerda eso, que el Amor, el Amante y el Amado, no son nada el uno sin el otro. Cuando estudié la carrera nos intentaron explicar este misterio de fe, y digo intentaron, porque después de un montón de folios, la conclusión era que la Trinidad es un Misterio, que sólo es asumible desde la Fe.
Pero vamos al Evangelio. Mateo nos recuerda la universalidad del mensaje de Jesús, todo en el texto nos habla de ello, simbólicamente en la cita en Galilea y explícitamente en el envío a hacer discípulos de toda la tierra. Aunque haya gente que pretenda imponer, considero que de este fragmento no se puede desprender. Lo que aquí se hace es invitar y proponer, enseñando a los que quieran bautizarse lo que Jesús hizo y dijo, lo que Jesús es.
Pero creo que hay una idea menos evidente: los discípulos dudan; la duda refleja un miedo; miedo que ya veíamos la semana pasada. Y la fe, la confianza que nos ayuda a superar la duda, Jesús permanece a nuestro lado hasta el final de los tiempos. Todos, ante lo desconocido tenemos dudas, incertidumbres, pero la confianza, la fe en Jesús nos ayuda a superarlo; como el niño que siente miedo ante una nueva situación, pero al sentir la mano de su madre se tranquiliza. ¿Cuáles son tus dudas? ¿Siguen presentes cuando te sientes cercano a Jesús?