viernes, 11 de febrero de 2011

6º Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Mt 5, 17-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entrareis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “no matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto. Habéis oído el mandamiento “no cometerás adulterio”. Pues yo os digo: el que mira a una muja casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hacer caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: “el que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio”. Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “no jurarás en falso” y “cumplirás tus votos al Señor”. Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir “sí” o “no”. Lo que pasa de ahí viene del maligno».

Comentario:

Este 13 de febrero celebramos el 6º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Mt 5, 17-37.

Continuamos en el Sermón de la Montaña y Jesús nos presenta ahora las conclusiones de lo que suponen las enseñanzas que está dando. Su intención no es cargarse lo que había establecido, su intención no es destruir la relación que Israel había mantenido con Dios, sino llevarla a su plenitud, darle pleno sentido. Atender, no tanto a la letra de la norma, cuanto a su espíritu. Hoy diríamos que ha convertido de la exposición de motivos de la ley en una norma de obligado cumplimiento. Condena a quienes enseñan a burlar ese espíritu de la ley y alaba a quienes lo inculcan.

La fórmula: “habéis oído que se dijo… pero yo os digo… ” Tiene su pleno sentido si cambiamos la segunda parte por “a eso hay que añadir…” O sea, que no cambia nada, sino que añade, añade lo que dota de sentido a la expresión que se nos dijo.

Y para ello, el evangelista recoge cuatro ejemplos, seguro que a lo largo de la vida de Jesús se dieron muchos más, pero nos ha dejado esos cuatro. Del no matarás pasa a que además no hay que albergar el sentimiento de odio en nuestros corazones. Del no cometer adulterio a respetar desde el corazón a la mujer de otro. Del dar acta de repudio a no hacer que la mujer se tenga que buscar otro hombre. Del no jurar al no tener más que una palabra.

Todas las normas que se nos dieron son acciones y en los ejemplos que nos ponen, prohibiciones. Pero las que nos da Jesús, van más allá, nos mandan erradicar de nuestro las actitudes, los sentimientos que hacen que nazcan esas acciones. Efectivamente, intenta dar pleno sentido a la norma. No dice que esa norma sea mala, vale, como vale decirle a un niño “no hagas eso”, pero cuando crecemos necesitamos saber porqué no se puede hacer, necesitamos integrar la norma. Y lo que Cristo nos propone es que integremos la norma.

También hoy nuestra Iglesia nos trata en ocasiones como niños y nos da normas, ¿hemos hecho el esfuerzo de integrarlas? No nos quedemos con los cuatro ejemplos del texto de hoy, busquemos el sentido y las actitudes que hay tras las demás e integrémoslas en nuestros corazones.