miércoles, 14 de julio de 2010

16º Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Lc 10, 38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano». Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán».

Comentario:

El próximo 18 de julio celebramos el 16 Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Lc 10, 38-42.

El Evangelio narra episodio en el que Jesús está en casa de Marta y María, y mientras aquella se desvive por atenderlo, María se queda junto a Él escuchándole. Cuando Marta le pide que la reprenda Jesús le dice que ella ha escogido la mejor parte, la que nadie puede arrebatarle.

El relato refleja las dos posturas de nuestra fe. La contemplación y la acción.

Pero, el fijarnos en este texto olvidándonos del de la semana pasada es un error. El de hoy, apreciado de forma aislada nos daría pie a afirmar que la mejor opción es la de María, quedarse a los pies del Señor Jesús contemplándolo, escuchándolo. Y, que la actitud de Marta no resulta grata a sus ojos.

Sin embargo, si lo apreciamos en conjunto con el texto del buen samaritano nos encontramos con que ambos carismas son igualmente necesarios, resultan complementarios. La escucha de Jesús debe llevarnos a desvivirnos por los hermanos, y el desvivirnos por los hermanos debe llevarnos a escuchar al Señor en ellos. Al fin y al cabo, ¿no es este equilibrio el que han conseguido aquellos a quienes llamamos santos? En el equilibrio está la virtud.

En ello se basa la misión de Teresa de Calcuta, y de muchos otros, en ver en la Eucaristía a aquellos a quienes atendía y atender a estos como si fuesen el mismo Cristo. El día que nosotros seamos capaces de hacer esto, podremos decir que estamos construyendo el Reino de Dios, que lo estamos implantando en nuestro mundo. Haremos que el ya, pero todavía no, sea más “ya”.

¿A qué dedicas tu vida? ¿Lo que haces lo haces viendo en los demás a Cristo? ¿La escucha de la Palabra de Dios te lleva a los demás? Si no es así, no hemos entendido nada.