lunes, 28 de diciembre de 2009

2º Domingo de Navidad

Este 3 de enero celebramos el 2º Domingo de Navidad y le liturgia nos propone el mismo texto que el día de Navidad, el comienzo del Evangelio de Juan, 1, 1-18.
El texto es complicado y cargado de simbología. Ya sabes, “En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios…”. La teología identifica este pasaje con el nacimiento que recogen los evangelios de Mateo y Lucas. Pero yo creo que va más allá. No sólo se plantea de dónde viene este hombre como lo hacen estos evangelistas, sino que se plantea de dónde viene este Dios. Jesús existe desde el principio junto a Dios y con Él, Dios creó todo. Pero llega un momento de nuestra historia en que Dios decide gratuitamente regalarnos a su Hijo. También identifica a este Hijo con la Luz. Y nos relata cómo hay quienes no la aceptan y quienes sí. Quienes no la aceptan son de la tiniebla y los que la aceptan son llamados hijos de Dios, pero no hijos como lo entendemos nosotros, sino de otra forma. Y ese Dios se hace hombre por amos, por nosotros, por los hijos.
De nuevo, la experiencia de la gratuidad en el amor. Algo que para nosotros resulta casi incomprensible, pero que seguro que hemos experimentado en alguna ocasión. Esa experiencia es la que subyace en este texto. Quienes tenéis hijos, seguro que lo entendéis. Dios se hace hombre para que podamos amarlo, porque como dice Juan en una de sus cartas, nadie puede amar a Dios a quien no ve, si no ama a sus hermanos a quienes ve. Las relaciones de amor se dan con personas, no con ideas, por eso Dios se hace hombre.
¿Con qué te relacionas, con personas o con ideas? ¿Dios es para ti una persona o una idea? ¿Eres capaz de amar a las personas a las que ves?

lunes, 21 de diciembre de 2009

Sagrada Familia

El próximo 27 de diciembre celebramos la fiesta de la Sagrada Familia y la liturgia nos propone el texto de Jesús perdido y hallado en el templo en Lc 2, 41-52.
Los padres de Jesús vuelven de Jerusalén y después de un día de camino se dan cuenta que Jesús no iba con ellos. Cuando vuelven a buscarlo, lo encuentran en el Templo discutiendo con los maestros. Ellos le recriminan su actuación y Jesús vuelve con ellos a Nazaret.
Nos encontramos a Jesús hecho ya todo un hombrecito. La Ley mosaica ya le obliga al cumplimento de todos sus preceptos, incluso el de subir a Jerusalén para las fiestas. Y en una de ellas, se pierde. No deja de sorprender que un joven, capaz de codearse con lo más granado del Templo, sea capaz de someterse a la voluntad de sus padres y, a pesar de la contestación propia de un adolescente, vuelva con ellos. También resulta curioso que la reprimenda esté en boca de María y que José no diga nada.
Pero yo me imagino la escena de otra forma, como padre, la primera reacción es coger al chaval y darle un abrazo, luego… un bofetón y, a partir de ahí, ya podríamos haber hablado de lo que hubiese sido. Y, la vuelta, después de la evidente discusión, tensa, el silencio se tendría que poder cortar. Tal vez, el que esos doce años sea la edad de mi hija, me haga verlo así.
La intención del evangelista es clara. Intenta mostrarnos la imagen de una familia normal, con sus pequeñas disputas. Pero también una familia divina, por las palabras de los protagonistas.Una de las características de este texto es el amor que se entrevé en la relación familiar. Y otra, la angustia que se respira en los padres. ¿Qué te angustia? ¿Qué hace que te sientas desasosegado? ¿Buscas a Jesús en esas situaciones como lo hicieron sus padres?

martes, 15 de diciembre de 2009

4º Domingo de Adviento

Este 20 de diciembre celebramos el 4º Domingo de Adviento y leemos Lc 1, 39-45.
De nuevo, el segundo personaje central de todo Adviento, María. Quien viaja para visitar a su prima Isabel, ésta al oír el saludo de María se llenó de Espíritu Santo y la bendijo.
Puede parecernos un texto de transición, sin apenas contenido, para que veamos lo buena que es María al ir a acompañar a su prima o cómo se propaga la noticia de lo que va a suceder, del nacimiento de Jesús.
Pero creo que nada más lejos de la realidad. Lo que en realidad nos propone el Evangelio es, de nuevo, el tema de la fe. Cómo María se fía de Dios y cómo el fiarse de Dios merece la pena, porque sus promesas se cumplen.
Este Adviento se nos ha propuesto todo ese proceso de confianza, un ángel le anunció a María, ésta se fió, y Dios le concede el vislumbrar lo que va a ser el cumplimiento de esa promesa en su prima. En todo el Adviento hay otra figura omnipresente: Juan. Este último domingo no es menos. Juan que nos ha estado señalando a Jesús, entre los hombres, vuelve a señalarlo alegrándose por la visita en el seno de su madre.
La confianza de María es modelo para todos nosotros. No es cuestión de fiarse a ciegas, María sabía de quién se fiaba, aquel de quien se fió merecía que se fiasen de Él.
La cuestión para nosotros es si sabemos dónde depositamos nuestra confianza. Si nosotros también hemos dicho que “sí” a Dios, si nos hemos convertido como nos pedía Juan la semana pasada, Jesús se encarnará en nuestras vidas y “esa” gracia que necesitamos de Dios para que nuestra conversión sea perfecta se nos concederá.¿En quién confías? ¿En qué ha consistido tu conversión? ¿Te sientes preparado para recibir a Jesús en tu vida?

lunes, 7 de diciembre de 2009

3er. Domingo de Adviento

Este 13 de diciembre celebramos el tercer domingo de adviento, el domingo Gaudete, y leemos Lc 3, 10-18.
El texto recoge la prometida explicación de en qué consiste la conversión que se nos anunciaba la semana pasada. Cuando ante esta predicación, la gente confunde a Juan con el Mesías, Juan les hace mirar hacia alguien sobre quien él no tiene ningún derecho, alguien que es quien ostenta el verdadero poder. Al que él sólo puede señalar entre el pueblo.
Juan nos dice que la conversión consiste en que podemos hacer las cosas de otra forma, que tenemos otro modo de hacer las cosas. Nos invita a compartir, a ser honestos, a dirigir nuestros actos pensando en los demás, a cambiar para dirigir nuestras vidas en función no sólo a nosotros mismos. Y Juan nos lo demuestra con el ejemplo. Él podría dejarse llevar por la gente pensando sólo en sí mismo y, sin embargo, señala hacia otra persona, la que realmente puede llevarnos al perdón de los pecados que era el objetivo de ese cambio de conducta, de la conversión.
Juan nos señala a Jesús presente en medio de nosotros, al que esperamos en su segunda venida. A Él, a Jesús, le reconoce el poder de convocar en torno a sí al Pueblo de Dios. Juan, sabedor de su función, “confía”, espera y cumple su misión fiándose de que la función que Dios le encomendó tendrá su recompensa. Sin más satisfacción que la de saberse pregonero de su Palabra entre nosotros.
¿Eres un instrumento del Dios que viene como Juan? ¿Qué es lo que tienes que hacer tú para que este mundo sea más justo? ¿Qué puedes hacer por los demás? ¿Por qué no lo haces?

lunes, 30 de noviembre de 2009

2º Domingo de Adviento

Este 6 de Diciembre, además de la Constitución, celebramos el 2º Domingo de Adviento y la liturgia nos ofrece el texto de Lucas 3, 1-6.
El texto comienza poniéndonos en situación, casi de una forma obsesiva. Sitúa la acción en un momento y lugar muy determinados. Pues bien, en ese preciso momento y lugar vino la Palabra de Dios a Juan el que predicaba un bautismo de conversión para que se nos perdonen los pecados. Y como dijo el profeta Isaías a nosotros nos corresponde preparar el terreno para que Dios llegue a nuestros corazones.
La figura de Juan anunciando y profetizando me hace pensar en la figura del profeta. Un profesor me dijo que los profetas eran esas personas que tenían un olfato especial para percibir lo que sucedería si no se modificaban determinadas actitudes. Pero hace poco, repasando un diccionario de teología, me he encontrado con una definición tal vez más acorde al sentido de hoy. El profeta es esa persona que recibe la Palabra de Dios y desde ese momento no puede hacer otra cosa que pregonar esa voluntad que no es la suya. Esto es lo que le sucede a Juan: anuncia lo que Dios quiere, la conversión. La semana que viene veremos más en qué consiste. De momento, nos basta con entender que la manifestación física de esa conversión es el bautismo, y que la finalidad del cambio que nos pide es que se nos perdonen nuestros pecados. Casi me da lástima que, cada día más, pensemos que no tenemos pecados. Porque si no tenemos pecados no necesitamos convertirnos para nada, pero parece que todos necesitamos cambiar cosas en nuestras vidas para poder, como dice Isaías, preparar el camino al Señor Jesús que viene. Todos necesitamos amar más, a más gente, más desinteresadamente, aunque esto nos parezca imposible, por nuestra condición humana, para prepararnos a esta venida de Jesús a nuestros corazones que se nos ofrece esta Navidad.
¿Qué necesitas cambiar en tu vida? ¿Qué pecados necesitas que se te perdonen? ¿Qué significa para ti, tu bautismo?

lunes, 23 de noviembre de 2009

1er. Domingo de Adviento

Este 29 de noviembre comenzamos un nuevo ciclo litúrgico, el C, cuyo evangelista es Lucas. Y comenzamos también un nuevo tiempo litúrgico, el Adviento, en el que la dinámica es que Dios va a cumplir sus promesas y la invitación permanente a la vigilancia, a estar atentos, preparados.
El evangelio de este primer Domingo de Adviento está tomado de Lucas 21, 25-28.34-36. Y en la primera parte, parece que siguiésemos con el lenguaje apocalíptico de la semana pasada, describiendo una serie de signos; y en la segunda se nos intenta implicar en el texto, se nos invita a la vigilancia. El día que veamos esos signos debemos estar orgullosos porque se acerca nuestra liberación. Como todo lenguaje apocalíptico esconde un mensaje de esperanza, de ánimo para quienes están sufriendo persecución.
En el contexto del adviento este evangelio nos invita a estar atentos a los signos de la venida del Señor, a no perder la confianza. El Mesías viene a nosotros y no nos abandona. Él viene a nosotros para liberarnos de las penurias que por nuestra condición de discípulos podamos sufrir. Él viene a nosotros para que no nos olvidemos que él está a nuestro lado, que viene junto a nosotros para que no nos perdamos por el camino.
Jesús es quien debe orientar nuestra vida, debe ser quien nos muestra el camino hacia el Amor. Es el único que puede hacer que desarrollemos nuestra única vocación, ser personas en plenitud, como Él lo fue y lo sigue siendo para nosotros.
El anuncio de la venida de Jesús hay a quienes les puede causar temor, pero para quienes confiamos en Él sólo nos puede generar paz. ¿Qué sentimientos te provoca a ti?

lunes, 16 de noviembre de 2009

Solemnidad de Jesucristo Rey

Este 22 de noviembre finaliza el año litúrgico con la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo y lo hacemos leyendo el Evangelio de san Juan, capítulo 18, versículos 33-37.
El texto recoge el momento del interrogatorio de Poncio Pilato a Jesús, en el que le pregunta si es el Rey de los Judíos y Jesús le contesta que su reino no es de este mundo. Todo este año hemos estado leyendo el Evangelio de Marcos, que gira de forma casi compulsiva en torno al tema del Reino de Dios. Pero la solemnidad de este día poco tiene que ver con ello. Creo que en alguna ocasión ya os he comentado que esta solemnidad se instituyó a principios del s. XX cuando las monarquías que apoyaban al papado empezaban a estar en decadencia y éste quiso manifestarles así su protección. Posteriormente se trasladó al último domingo del tiempo ordinario para resaltar el carácter cósmico y escatológico del reinado de Dios.
Pero el texto de hoy no nos habla de un Cristo Rey, sino de un Jesús que prefiere ser testigo de la verdad, de una verdad con mayúsculas, y esta verdad no es otra que la que recoge al principio de este Evangelio de Juan, que Él, Jesús, nos ha dado a conocer el rostro de Dios. Y como recoge la primera carta de Juan ese rostro es el del hermano porque “nadie puede amar a Dios a quien no ve, si no ama al hermano al quien ve” (1 Jn 4,20). En esto es en lo que consiste la instauración del Reino de Dios. Y es una tarea que no podemos delegar. Nos corresponde a cada uno de nosotros. Yo sé que no puedo amar en la misma medida que Jesús me ha amado, pero el Reino de Dios se implanta en la medida en que amamos a los hermanos por eso: ¿Qué haces por implantar ese Reino? Lo único que podemos hacer es amar en nuestra medida a quienes nos rodean, a quienes se relacionan con nosotros, ¿amas a quienes tienes a tu lado?

lunes, 9 de noviembre de 2009

33er. Domingo del Tiempo Ordinario

Este 15 de noviembre celebramos el 33º Domingo del Tiempo Ordinario y la liturgia nos ofrece el texto de Marcos 13, 24-32. Y recoge una enseñanza de Jesús sobre el fin de los tiempos. Sobre el cómo y el cuándo acaecerá.
El evangelio de hoy nos sitúa en el final del año litúrgico y utiliza un lenguaje apocalíptico. Una serie de imágenes que el evangelista utiliza para ponernos en esa tesitura. Tal vez lo más claro sea la parábola de la higuera que nos revela el momento en que acaecerá ese fin de los tiempos. No sabemos el cuándo, pero debemos estar vigilantes y preparados. Dispuestos. Debemos estar atentos a la segunda venida de Jesús. Nadie sabe cuándo. El brotar de las yemas de la higuera nos anuncia la primavera, pero en este caso nos anuncia el fin del mundo. Nuestro mundo tiene un final, pero no supone el fin de la humanidad. La imagen es complicada pero ya se nos anuncia al comienzo de la segunda parte del Evangelio de Marcos con la paradoja de que el que quiera ganar su vida la perderá y el que la pierda por el Reino se salvará.
En cuanto al cómo. Si desnudamos el texto del lenguaje apocalíptico, es sencillo: con el triunfo del Hijo del hombre y de quienes han permanecido fieles a Él. Es un mensaje de esperanza en los momentos difíciles que va a vivir Jesús, que está viviendo la comunidad para la que escribe Marcos, que, salvando las distancias, podemos vivir nosotros hoy. La fidelidad a Cristo tiene su recompensa, aunque no sabemos cuándo la recibiremos.La semana pasada, el óvolo de la viuda nos invitaba a darnos a nosotros mismos, ¿lo vamos a hacer sólo cuando veamos brotar la higuera o siempre vamos a estar vigilantes ante la venida de Jesús?

lunes, 2 de noviembre de 2009

32º Domingo del Tiempo Ordinario

El próximo 8 de noviembre celebramos el 32º Domingo del Tiempo Ordinario, y la liturgia nos propone el texto de Marcos 12, 38-44.
El texto del óvolo de la viuda. Ya sabes, cuando Jesús en el revuelo del Templo enseña a la gente, pero luego llama a sus discípulos para darles una lección especial. A todos les enseña que tengan cuidado con los letrados, y a los discípulos les hace caer en la cuenta que la viuda que da de lo que necesita, está ofrendando más que quienes dan de lo que les sobra.
Tanto los letrados como las viudas pertenecían a un nivel económico bajo. Pero Jesús se esfuerza en establecer las diferencias entre ambos, por un lado quienes gustan de empavonarse y valerse de la religión para saciar su codicia, y por otro quienes desinteresadamente se dan incluso a sí mismas.
El letrado conocedor de la ley mosaica se esforzaba en cumplir la ley, en su forma, pero no en el fondo, cosa que Jesús les critica una y otra vez. La viuda, sin conocer apenas la ley, conoce el verdadero sentido de la misma, es lo que hoy llamaríamos el sentido de la fe del pueblo. La viuda sabe dar a Dios lo que le pertenece aún a costa de sí misma.
De nuevo, la Palabra de Dios nos quiere dar un ejemplo a imitar a través de las mujeres, esta semana especialmente en las viudas. Viudas que son capaces de depositar su confianza en Dios, que ponen su vida en las manos de Dios, que confían en él como los pájaros del cielo o los lirios del campo.
¿Con qué intención me acerco a la Iglesia, con la del letrado o con la de la viuda? ¿soy capaz de confiar hasta el punto de darme a mí mismo, hasta el punto de poner en juego aquello que es vital para mí?

lunes, 26 de octubre de 2009

Todos los Santos

El próximo 1 de noviembre celebramos la solemnidad de Todos los Santos y la liturgia nos propone el texto de las Bienaventuranzas tomado de Mateo 5, 1-12.
Recuerdo con cariño la tarde en que un profesor me enseñó las Bienaventuranzas con un acrónimo: “posullohammilimpape”. Recuerdo cómo las aprendí de memoria, pero no ha sido hasta muchos años después que he podido entender algo de lo que verdaderamente Jesús nos ha querido transmitir con ellas.
Muchas veces se ha utilizado este fragmento del principio del Sermón de la Montaña, y más en fiestas como la de los Santos, para justificar posiciones de poder y sumisión, ya sabes eso de la falsa resignación cristiana; si tienes hambre aguanta que en el cielo te saciarás, tienes que ser limpio de corazón así podrás ver a Dios, si te persiguen por causa de Jesús tendrás una recompensa grande en el cielo, etc.
Pero creo que la lectura debe ser la contraria: el confiar en Jesús, el creerme lo que me dice, el ser amigo suyo, me lleva a cambiar actitudes en mi vida que, de vez en cuando, como a él, me va a traer problemas, me complica la vida. Pero Dios no me abandona en esa situación, está conmigo y me acompaña en la difícil tarea de seguir a Jesús.
Este texto constituye en principio programático del Reino de Dios, a lo que debemos aspirar. De golpe, asustan, para seguir a Jesús debo ser pobre, sufrir, llorar, tener hambre de justicia, ser misericordioso, limpio de corazón, trabajar por la paz y ser perseguido. Pero pensándolo bien, simplemente se trata de querer el bien para todos, de considerar a los demás como verdaderos hermanos a los que amar. Por eso es un proyecto para todos, no sólo para héroes sino para que cualquiera que quiera seguir a Jesús pueda ser santo.
¿Todavía te crees el proyecto del Reino de Dios o crees que es sólo para santos?

lunes, 19 de octubre de 2009

30º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 25 de octubre celebramos el trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario y la liturgia nos ofrece Marcos 10, 46-52.
El texto recoge la curación del ciego Bartimeo. Ya sabéis, ese en el que hay un ciego a la salida de Jericó que al enterarse que Jesús pasaba por allí, comienza a llamar la atención para que le cure. Es de las pocas ocasiones en que el Evangelio nos ofrece el nombre de quien es curado por Jesús, pero también es de las pocas ocasiones en que Jesús dice eso de tu fe te ha curado. Es la última parada de Jesús antes de llegar a Jerusalén. A partir de ahora Marcos comienza a narrarnos lo que conocemos como la Semana Santa.
Lo cierto es que este relato no tiene desperdicio y no sé por dónde empezar. Podemos dejar de lado el hecho de la curación de un ciego en sí misma, todo lo que significa el deseo de ver, de satisfacer una necesidad como la de ver. También podríamos ver un montón de paralelismos y significaciones de este episodio. Y me gustaría fijarme en la actitud.
Bartimeo está al borde del camino, está en el camino y ha tenido que oír hablar de Jesús. Su grito, que la gente que lo tenía por pecador público intenta acallar, es una confesión de fe para los judíos: “Jesús, Hijo de David ten compasión de mi”. El ciego reclama la atención de Jesús. Ante la llamada de Jesús, el ciego deja todo, no sé por qué pero aquí veo la explicación más clara a la parábola del Reino como “Tesoro escondido”. La petición es clara: “Maestro, que pueda ver”, una petición que hacemos menos de lo que deberíamos, porque las más de las veces pedimos hacer la voluntad de Dios sin tenerla clara. Y por fin, el milagro; por la fe, la vista. Luego, la actitud de agradecimiento al seguirle.
¿Si deseo seguir a Jesús soy capaz de dejar todo? ¿mi necesidad es tan grande como para gritar a pesar de la presión? ¿mi fe me sanaría? ¿le seguiría después?

lunes, 12 de octubre de 2009

29º Domingo del Tiempo Ordinario

Este Domingo, 18 de octubre, celebramos el 29º del Tiempo Ordinario y el Evangelio está tomado de Marcos 10, 35-45 y recoge el momento en el que los hijos del Zebedeo, Juan y Santiago le piden a Jesús los puestos de honor en su Reino, la indignación del resto de los discípulos y la respuesta de Jesús a unos y a otros.
El tema: el poder y el servicio; un tema que ya vimos hace unas semanas. El esquema: el que llevamos viendo estas semanas; un suceso que después Jesús comenta para los doce. El fondo: el mismo que la semana pasada; aquellas cosas que nos separan del Reino.
Permitidme la franqueza, me encanta este Jesús de Marcos que es capaz de volver sobre el tema, me temo que por la importancia para él del mismo. En esta ocasión ya no utiliza la figura del niño como ejemplo, sino que se pone a sí mismo como modelo a imitar. La dinámica del Reino, la dinámica de Jesús tan es distinta a la nuestra: “el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”, una paradoja incomprensible para nosotros. Un Jesús que tiene para todos, para los que quieren esa situación de privilegio y para los que critican a los que la buscan por envidia.
En la línea de la semana pasada, puede parecerme que “los servicios” que hago me dan derecho a algo, sin embargo el ejemplo de Jesús va más allá, va a “vivir como servicio” sin tener derecho siquiera a decidir quién puede estar a su lado. Jesús comprende ese comportamiento humano de querer privilegios, poder… pero Jesús le da la vuelta, para eso hay que ponerse al servicio del otro.Hoy las preguntas vienen una tras otra: ¿qué hago por los demás? O tal vez nos debamos plantear el tema de la envidia ¿por qué me fastidia que los demás reclamen algo? Porque creo que no tienen derecho o por envida.

lunes, 5 de octubre de 2009

28º Domingo del Tiempo Ordinario

El próximo 11 de octubre celebramos el 28º Domingo del Tiempo Ordinario y la liturgia nos ofrece el texto de Marcos 10, 17-30. Seguro que todos lo conocéis a la perfección, es toda la perícopa del Joven Rico.
El Evangelio mantiene en su primera parte la estructura de un diálogo, casi parece una obra de teatro y, en la segunda, ya en privado, recoge la explicación al grupo de los discípulos. Básicamente la misma estructura de la semana pasada. Y de nuevo, aparece la referencia a la implantación del Reino de Dios en nuestros días. La contestación de los discípulos no se hace esperar, entonces: ¿quién puede salvarse? Y, ya sabes la contestación de Jesús, “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja…” . Y por último, esa promesa de Jesús que se yergue como una amenaza: recibirá en ciento por uno, con persecuciones, en este mundo y luego la vida eterna.Una cosa me ha llamado especialmente la atención de este texto, ese entonces ¿quién puede salvarse?, porque creo que en otro lugar del Evangelio nos dice que para el hombre eso es imposible, porque la salvación es un regalo, una muestra de amor de Dios hacia los hombres, hacia cada uno de nosotros. Y en este texto, el mismo Reino de Dios es también un regalo. Y como tal debemos acogerlo, no nos queda más que acogerlo. Jesús nos presenta un ideal inalcanzable para nuestras fuerzas. En esta ocasión quien nos aleja de él es el dinero, pero en otras es el sexo, la bebida, la ira, la envidia… y tantas y tantas cosas que nos llenan el corazón en lugar de dejarlo libre para que la semilla de la semana pasada anide y crezca en nuestro interior. ¿Dónde pones tu corazón? ¿Qué lo llena?

martes, 29 de septiembre de 2009

27º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 4 de octubre celebramos el 27º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Mc 10, 2-16. En él nos encontramos con una controversia que plantean los fariseos a propósito de la cuestión del divorcio, la explicación de lo dicho entre los discípulos y se añade una perícopa, que personalmente me implica, a propósito de los niños, ya sabéis: “dejad que los niños se acerquen a mí… de los que son como los niños es el Reino de los Cielos”.
Como hace un par de semanas, los fariseos plantean a Jesús una cuestión, que les explica, pero luego profundiza más en la cuestión para los discípulos.
Otros años ya hemos abordado la cuestión divorcista, cómo el contenido de la ley mosaica queda superado por el amor, por la confianza, una confianza que luego vemos reflejada en esos niños que son los únicos que entienden lo del Reino de los Cielos.
Hoy quería fijarme en esta perícopa, en la importancia de los niños para Jesús… el otro día un amigo mío me decía que de pequeño le dijeron eso de que el que no se hace como un niño no entiende el Reino y que desde entonces, seguía comportándose así. Lo decía a propósito de que andaba dando mal, enredando… pero el sentido del texto, y él lo sabía, no es ese, el sentido del texto nos dice que si no aceptas el Reino como un niño, no entrarás en él. Aceptar el Reino como un niño supone aceptarlo tal cual, los niños se fían, confían cuando algo se lo dan o se lo presentan sus padres o alguien que saben que les quiere. Ese acercamiento al Reino, al Evangelio con este grado de confianza, de amor es el único que puede abrirnos las puertas del Reino, el único que puede abrirnos nuestra cabeza y nuestro corazón a la presencia del Reino entre nosotros.
¿En alguna ocasión tratas de hacerte como un niño para entrar en el Reino de Dios, o sólo lo haces para excusar actos impropios de tu edad o condición?

martes, 22 de septiembre de 2009

26º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 27 de septiembre celebramos el 26º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Marcos 9, 38-43. 45. 47-48.
El pasaje de hoy recuerda el momento en que los discípulos, en el mismo entorno de la semana pasada, le preguntan a Jesús si deben impedir a uno que está expulsando demonios en su nombre que siga haciéndolo, la enseñanza de Jesús es clara: “el que no está contra nosotros está a nuestro favor” y su tarea no quedará sin recompensa; que no se puede escandalizar a los pequeños y, por último que si hay algo que te quita la fe, que te quita la paz, lo arranques de tu vida.
En cuanto a la primera parte, hay un principio fundamental subyacente, que pocos querrán reconocer: lo que está bien hecho, bien hecho está, independientemente de que el que lo haga lo haga por ser discípulo de Jesús o de Cefas o de Apolo.
La segunda enseñanza, personalmente me preocupa más. Los niños que en la época de Jesús eran lo último de la sociedad, porque gastan y no aportan, tienen un valor, su fe, su confianza, y nadie tiene derecho a tratar de minarla y si nosotros detectamos que algo nos hace tambalear esa confianza debemos erradicarlo de nuestras vidas. Porque ese es el pecado que no se perdona.
Y digo que me preocupa más, porque la mayoría de nosotros, yo el primero, nos encontramos con personas que en la relación con Jesús son como niños, y nuestra es la responsabilidad de no alejarlos de Él. Un ejemplo: un amigo me contaba cómo le asombraba que un cura, después de decir que teníamos que ser como niños en el evangelio de la semana pasada, recomendó el uso de la guardería parroquial.
A nuestro nivel, en nuestros grupos, ¿alejamos a los más pequeños de Jesús o los acercamos a Él?

martes, 15 de septiembre de 2009

25º Domingo del Tiempo Ordinario

El próximo 20 de septiembre celebramos el 25º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Marcos 9, 30-37.
El texto recoge uno de esos pasajes que pueden cambiar la vida de una persona, se trata del un momento de intimidad de Jesús con sus discípulos para enseñarles. Comienza con un nuevo anuncio de la pasión, un paseo en el que los discípulos discuten sobre quién es más importante y que Jesús aprovecha para enseñarles una lección vital, una lección que por su importancia Juan la utiliza para sustituir la última cena. “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” y completa su magisterio poniendo en medio de ellos a un niño, a lo más indefenso de su sociedad, abrazándolo y diciéndoles que el que le acoge a ese niño, acoge también a Jesús y al Padre que lo ha enviado.
Como veis el tono del Evangelio ha cambiado, ahora es más intimista. A Jesús ya no le preocupan las multitudes, los milagros populosos, tan sólo le preocupa enseñar a los que tiene más cerca, a los que, aunque no terminen de entender el anuncio del Reino, quieren seguirle, pero Jesús insiste en que esa buena voluntad no es suficiente, requiere una implicación personal más allá de el voluntarismo, abarca a toda la persona.
La discusión de los discípulos parece legítima, ¿a quién de nosotros no nos gustaría ser el primero en algo?, ¿a quién no le gusta que le regalen el oído? Pero Jesús nos dice que de nada le vale eso si no lo ponemos al servicio de los demás, al servicio de la comunidad, si no nos volcamos en los más pequeños, en los más indefensos. Hay veces que ni siquiera rezar vale. Ser primero en algo es un don, un regalo, no algo a lo que tengamos derecho ni siquiera aunque oremos por ello. Las respuestas a nuestra oración no son ninguna compensación por nada. El amor de Dios es gratuito no tiene un por qué. Y tú, ¿buscas razones en el amor de Dios?

lunes, 7 de septiembre de 2009

24º Domingo del Tiempo Ordinario

El próximo 13 de septiembre celebramos el 24º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Marcos 8, 27-35.
Nos encontramos ante la segunda proclamación de la identidad de Jesús que aparece en este Evangelio y que supone un punto de inflexión en la obra de Marcos. El texto recoge el momento en que Jesús les pregunta a los apóstoles quién dice la gente que soy yo, y vosotros quién decís que soy. Les prohíbe dar a conocer la identidad mesiánica y les anuncia su pasión. Entonces Pedro le increpa y Jesús le dice que piensa como los hombres y que se aleje. Luego convoca a la gente y les dice que el que quiera seguirle que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y le siga, que el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por Él y el Evangelio la salvará.
Jesús quiere mantener el secreto sobre su identidad para que la gente se fije en el Reino que anuncia desde el principio de este Evangelio y no le sigan por el interés.
Puede que sean casualidades de la vida o providencia, pero este verano estuve en Taizé y una de las introducciones bíblicas que nos dio uno de los hermanos, abordaba el final de este texto. E hizo una reflexión, evidente, pero que es de esas revelaciones que, de vez en cuando, el Señor nos concede. La cuestión es que Jesús nos pide que para seguirle nos neguemos a nosotros mismos, incluso lo más profundo de nosotros, nuestros deseos. Pero ese deseo es seguirle. En definitiva, Jesús nos dice que para seguirle debemos dejar de lado nuestro deseo de seguirle, coger nuestra cruz, y esa cruz no es otra que lo que cada uno de nosotros somos, con nuestras grandezas y miserias, y seguirle. Que nos dejemos de tonterías y nos pongamos en camino, si queremos seguirle, le sigamos y punto. ¿Cuál es tu cruz? ¿Eres capaz de aceptarte tal cual eres y seguirle?

lunes, 31 de agosto de 2009

23º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 6 de septiembre celebramos el 23º domingo del tiempo ordinario y la liturgia nos propone el texto de Marcos 7, 31-37.
El Evangelio narra la curación de un sordomudo en tierras ajenas a Israel, en la Decápolis. Jesús para curarlo se lo lleva a parte, le mete los dedos en los oídos y le toca con su saliva la lengua. Luego le prohíbe que diga nada de lo que ha sucedido, pero él desobedece y va contando lo sucedido.
Dos posibles interpretaciones se me presentan ante este texto. Por un lado, en consonancia con la lectura profética podríamos decir que Jesús es el que viene a dar cumplimiento a la profecía del Isaías, es el enviado a devolver el oído y el habla, el que viene a quitarnos los miedos que nos impiden darnos cuenta de las cosas y decir lo que deberíamos.
Pero, por otro lado, nos encontramos de nuevo con el eterno problema que se nos viene planteando, la gente no entiende a Jesús, ni siquiera los que son curados por Él, comprenden más allá de lo evidente. Siguen a Jesús y le proclaman no por el mensaje de la llegada del Reino que proclama, sino porque bien les llena la barriga, bien les libera de pesadas cargas asociadas al pecado, como eran las enfermedades en ese momento.
En la dinámica del Evangelio de Marcos es esta segunda interpretación la que debe primar. Hubo un profesor que me dijo una vez, que este Evangelio es un relato de la pasión con un prólogo muy grande, en este sentido, la incomprensión de lo que Jesús vino a hacer entre nosotros es más acorde al conjunto de la obra de Marcos.
Estos textos nos obligan a preguntarnos una y otra vez, cuáles son nuestras motivaciones para seguir a Jesús, ¿el amor o el egoísmo? Dos emociones antagónicas, casi incompatibles. ¿Cuál es la mía? ¿cuál es la tuya?

lunes, 24 de agosto de 2009

22º Domingo del Tiempo Ordinario

El 30 de agosto celebramos el 22º domingo del Tiempo Ordinario y volvemos al evangelio de Marcos, capítulo 7, vv. 1-8. 14-15. 22-23, después de excursos a Juan para explicar la multiplicación de los panes y los peces. El texto recoge la controversia de Jesús con escribas y fariseos a propósito de que los discípulos coman sin cumplir con las normas de pureza ritual establecidas por la ley mosaica. El paréntesis en que nos explica en qué consiste esa pureza denota que Marcos escribe para comunidades ajenas al judaísmo. En este texto Jesús da un giro copermicano a la concepción moral, lo puro-impuro no es lo que viene de fuera, eso puede contaminar, pero no volver impuro, lo que realmente importa es lo que sale de nuestros corazones.
La enseñanza de Jesús hoy, me recuerda todas esas veces que mis alumnos o mi hija me preguntan: y esto por qué tengo que hacerlo así, o simplemente, el porqué de alguna decisión y añaden, a ti qué más te da. Y es cierto, a mi me daría lo mismo, pero crees que la decisión que has tomado es la mejor para su crecimiento personal y esa es una razón que no les puedes dar porque ellos creen saber mejor que nadie que es lo que conviene a su crecimiento personal. Pues el Evangelio de hoy viene a enseñarnos eso mismo, los mandatos de Dios están en orden a nuestro crecimiento personal y eso no hace a Dios ser ni más ni menos. Lo mismo que eso que les dices a los hijos no te hace ser ni más ni menos padre o madre, ni más ni menos profesor. Lo mismo que esas decisiones nuestras, que los pequeños no entienden, van cambiando conforme crecen, también lo hacen las de Dios y no podemos aferrarnos a las normas que nos daba cuando nuestro camino de fe comenzaba, debiendo adaptarnos las nuevas instrucciones para el nuevo período.
¿Eres capaz de asumir las nuevas normas de la fase en la que te encuentras?

lunes, 17 de agosto de 2009

21º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 23 de agosto continuamos con el Evangelio de Juan, capítulo 6, vv. 60-69 para celebrar el 21º Domingo del Tiempo Ordinario.
Si la semana pasada veíamos la contestación de Jesús a las críticas de los judíos, esta semana Jesús responde a las críticas que vienen de su círculo, de los discípulos. Continúa con la temática eucarística, Juan contesta a muchas preguntas que todavía hoy siguen vivas en la comunidad. Lo que Jesús nos propone, todavía hoy nos parece duro, y la contestación de Jesús no se hace esperar: “El espíritu es quien da la vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida.” Aunque esta carne sea distinta de la semana pasada, nos permite contraponerla al espíritu que es donde está la vida, al ser eterno. En lo espiritual es donde podemos encontrar la razón de ser del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, por eso la contestación de Simón Pedro: “Señor, tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”.
De qué nos sirve acercarnos a la eucaristía si no nos transforma interiormente, si no nos alimentamos de la Palabra. El texto nos invita a quedarnos con lo fundamental, con lo absoluto dejando de lado lo relativo, a quedarnos con lo espiritual prescindiendo de lo corporal, de lo efímero. La cuestión se nos planteó y en la multiplicación, seguimos a Jesús porque nos llena la barriga o porque sacia necesidades y no porque, como en los asuntos del amor, queramos seguirle.
Muchos discípulos de Jesús lo abandonan cuando éste les empieza a plantear la esencia de su mensaje, es la misma tentación que padecemos nosotros hoy, ver que lo que Jesús plantea es duro y abandonar nuestro recorrido de fe. Hace un par de semanas parafraseaba a Pascal. Si nuestra fe, aunque tenga razones, se fundamenta en el afecto, en el amor no nos fallará. ¿Dónde la fundamentas tú?

lunes, 10 de agosto de 2009

20º Domingo del Tiempo Ordinario

El próximo 16 de agosto celebramos el 20º Domingo del Tiempo Ordinario y continuamos leyendo Juan capítulo 6, vv. 51-58.
El texto mantiene la línea argumental de los domingos pasados, continúa explicando la multiplicación de los panes y de los peces. La carne de Jesús es pan, comida, y su sangre bebida. Comiéndolo formamos uno sólo con Él, nos configuramos con Él, y nos permite vivir para siempre. “El pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo”.
Se trata de un evangelio eminentemente eucarístico. Seguramente, la comunidad para la que escribe Juan tuviese sus dificultades a la hora de entender el misterio de la presencia real de Cristo en la comunión, por ello todo el cuarto evangelio está escrito en clave de encarnación, de Dios que se hace accesible a nosotros a través de la realidad cotidiana, simbolizada en el pan.
Creo que en alguna ocasión ya te he comentado cómo en las primeras persecuciones se acusaba a los cristianos de antropofagia, porque en sus celebraciones se comía el pan que era el mismo Jesús, “Esto es mi cuerpo, tomad y comed todos de él”. En esta acusación ya se trasluce algo de lo que de forma más metafórica nos quiere transmitir el texto. Jesús no nos ofrece sólo su cuerpo, sino también su sangre. En esa sangre está su muerte, su pasión y su cruz, mediante la cual vino a salvarnos.
Configurarnos con Él implica que también nosotros debemos participar no sólo de su cuerpo, sino de su sangre, en todo el sentido de la misma y sin separarnos de la realidad cotidiana.
Nuestra realidad, la realidad en la que tu yo vivimos debe acercarnos a esa transformación que se explicita en el sacramento. Por ello depende cómo afrontemos esa realidad para que la Eucaristía sea manifestación y culmen de una realidad, y no un mero rito. ¿Cómo vives esa realidad que te rodea?

lunes, 3 de agosto de 2009

19º Domingo del Tiempo Ordinario

En continuidad con la semana pasada, este 19º Domingo del Tiempo Ordinario, 9 de agosto, leemos Juan 6, 41-51.
Esta vez nos encontramos con la respuesta de quienes critican a Jesús: “¿No es éste el hijo de José? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”. Y con la respuesta de Jesús: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”.
Dos ideas puedo entresacar de este Evangelio. La primera, en relación con la primera lectura del libro de los Reyes. En ella, Elías se desespera y Dios le manda un alimento con el que pudo caminar cuarenta días y cuarenta noches. Leyendo este texto a la luz del Evangelio, Jesús es ese alimento, ese pan que nos permite afrontar nuestras situaciones vitales extremas. La vida nos puede llevar a situaciones difíciles, desesperantes, como llevó a Elías, pero Dios pone a nuestro alcance las herramientas para superarlas.
Por otro, centrándonos sólo en el texto de Juan, nos encontramos con los judíos que critican a Jesús. Ellos, como nosotros, son esclavos de su experiencia, ¿cómo alguien a quien hemos visto nacer y crecer nos dice que ha bajado del cielo?, ¿cómo alguien puede decir que la muerte no tiene poder sobre nosotros, cuando todos los días muere gente? Pero este es un nivel de experiencia que se queda en lo exterior. La experiencia interior nos lleva más allá. El ejemplo más claro sería el escepticismo instalado en nuestra cultura, que para el mundo científico es bueno, en lo afectivo resulta contraproducente. O como dijo Pascal: “La fe tiene razones que la razón no conoce”.¿Dónde basas tus relaciones con los demás y con Jesús, en el escepticismo o en la confianza? ¿en la duda o en la fe?

lunes, 27 de julio de 2009

18º Domingo del Tiempo Ordinario

Continuamos con el relato de Juan que comenzamos la semana pasada, este 2 de agosto, 18º del Tiempo Ordinario, en el capítulo 6, versículos 24-35.
En este texto, Jesús a huido de la gente y ésta le sigue, cuando le encuentran Jesús les reprocha algo que todavía hoy nos sigue reprochando a nosotros y que ya hemos comentado en más de una ocasión. Le siguen no porque entiendan de qué va la historia, sino porque les llena la barriga. Este Evangelio explicita la idea que veíamos la semana pasada, Jesús es el Cordero, el alimento que Dios nos ha regalado, para no volver a tener hambre. La gente, las más de las veces, seguimos a Jesús porque nos sacia el hambre, pero Él quiere ir más allá. Quiere nuestra salvación, y la única manera de conseguirla es acercándonos a Él, alimentándonos de Él, dejándonos amar por Él.
Es cierto que, muchas veces, nos centramos sólo en alguna parte de nuestro ser cristiano. Como decía, creo que, santa Teresa: “en el punto medio, en el equilibrio, está la virtud”, por atender a los hermanos no podemos descuidarnos a nosotros mismos, ni a nuestra relación con el Señor. No podemos descuidar ninguna de ellas. Como Jesús habrá veces que necesitemos retirarnos de la gente para poder estar con los nuestros, con Dios y con nosotros mismos para poder seguir proclamando el amor de Dios y no acabar proclamándonos a nosotros mismos.Las preguntas de hoy creo que son evidentes: ¿De qué te alimentas? ¿Qué ofreces a los demás?

lunes, 20 de julio de 2009

17º Domingo del Tiempo Ordinario

El 17º Domingo del Tiempo Ordinario que celebramos este 26 de julio leemos Juan 6, 1-15. El texto recoge la multiplicación de los panes y de los peces, aunque seguimos el orden cronológico que recoge Marcos, hemos cambiado de evangelista por lo que los criterios interpretativos debemos resituarlos. Jesús se ha convertido en la imagen del Templo, por eso los judíos acuden a él en lugar de ir a Jerusalén al acercarse la Pascua. Jesús se ha convertido en el Cordero pascual que se da a los presentes, al repartir el mismo la comida. Por último Jesús rechaza la concepción de un mesías político como se deduce del versículo final.
En este Evangelio, podemos ver a Jesús como un libertador, pero no un libertador político, sino un liberador de la persona, sacia sus necesidades más básicas y deja de lado las cuestiones raciales, integristas y nacionalistas. Una vez más vemos a un Jesús que se ofrece a toda la humanidad, al que sólo le interesa el bienestar de los que a él se acercan.
Como os decía la semana pasada, es un Jesús atento a todas las necesidades de la gente, las corporales y las espirituales.
Nuestra misión como seguidores de Jesús es tratar de imitarle en la medida de nuestras posibilidades, Él nos enseñó que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos, y somos sus amigos en la medida en que hacemos lo que nos dice. Sé que es difícil porque en nuestra sociedad no estamos acostumbrados a recibir amor gratuitamente, pero dejémonos inundar por ese amor. Dejemos que nos vaya transformando y tú y yo podremos estar atentos a los que están a nuestro rededor como lo hizo Jesús.

lunes, 13 de julio de 2009

16º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 19 de julio, con un pequeño salto respecto de la semana pasada leemos Marcos 6, 30-34, para celebrar el 16º Domingo del Tiempo Ordinario. El texto parece de mera transición para insertar la primera multiplicación de los panes y de los peces, pero si nos fijamos encontramos muchos matices, los Doce han vuelto de la misión que les encomendó Jesús, vuelven a estar juntos y para comentar los logros y penurias deciden marcharse para que la gente les deje hablar tranquilos, pero se enteran de dónde van y les siguen, y como le dan lástima, Jesús decide seguir enseñándoles con calma.
Por un lado tenemos la actitud de la gente, que sigue sin enterarse de qué va la fiesta. Siguen a Jesús por los signos y no por el mensaje del Reino. Por otro, los apóstoles que, como continuadores de la obra de Jesús, comienzan a vislumbrar la importancia de acompañar los hechos con el mensaje del Reino. Y, finalmente, Jesús, consciente de que su gente necesita descanso, pero también consciente de las necesidades de la gente, capaz de modificar sus planes en virtud de esas necesidades.
Tal vez este sea el aspecto más reseñable. Jesús está atento a las necesidades de la gente, tanto a las espirituales como a las materiales, como veremos la próxima semana. Un amigo mío dice que la tarea pastoral no se programa pero Jesús sí que programa, sólo que es capaz de modificar esa programación. Jesús no improvisa, nosotros debemos hacer lo mismo y desarrollar la capacidad de adaptarnos en función de las necesidades que detectemos en quienes nos rodean. El día que tú y yo no nos conmovamos con las necesidades de quienes nos rodean, ese día debemos plantearnos dónde nos hemos desviado del camino.

lunes, 6 de julio de 2009

15º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 15º Domingo del Tiempo Ordinario continuamos leyendo el Evangelio de Marcos capítulo 6, versículos del 7 al 13. El texto recoge el envío de los discípulos de dos en dos a predicar y a curar dándoles poder para expulsar demonios, y cómo Jesús les dio una serie de instrucciones para el camino sobre qué llevar y cómo comportarse. Tienen que llevar un bastón y sandalias, especificando qué no deben llevar: pan, alforja, dinero ni siquiera túnica de repuesto. Y les manda quedarse donde les reciban y donde no los reciban que se vayan pronto sacudiéndose el polvo de los zapatos.
Jesús manda a los Doce, doce que se suman a la proclamación del Reino, esa es su misión, anunciar el Reino. Es curioso que Marcos nos dé tan pocos datos del contenido del mensaje de Jesús, no nos dice qué tienen que predicar, ya nos lo dijo en los primero versículos del Evangelio, pero lo importante no son las ideas sino los hechos.
Hoy, Jesús sigue haciendo lo mismo, sigue encomendándonos una misión, la misma misión, predicar la implantación del Reino de Dios. De la misma forma que envió a los Doce, a nosotros nos pide que llevemos un apoyo y una defensa, pero ninguna seguridad. Nos pide que disfrutemos de lo que se nos ofrezca, pero que no nos estanquemos en ello y que nos liberemos de todo aquello que nos puede atar, especialmente de nosotros mismos, de nuestros intereses, para que nuestro único objetivo sea el Reino.
Jesús nos manda para que le ayudemos en su misión, liberar del mal y anunciar el Reino, pero ¿cómo lo vamos a hacer si no nos liberamos de nuestros propios males? ¿si nosotros no hemos integrado el mensaje del Reino? Para eso nos da esas instrucciones para que nos liberemos e integremos el mensaje.

lunes, 29 de junio de 2009

14º Domingo del Tiempo Ordinario

Este domingo, 5 de julio, celebramos el 14º Domingo del Tiempo Ordinario y la liturgia nos ofrece el texto de Marcos 6, 1-6. En continuidad con el evangelio de la semana pasada, Jesús va a su pueblo y sus paisanos lo desprecian por ser el carpintero al que conocen de toda la vida, y dice eso de que nadie es profeta en su tierra. Nos cuenta que Jesús no pudo hacer milagros allí por la falta de fe, sólo curar algunos enfermos y que se fue a enseñar a los pueblos del rededor.
El autor separa en esta ocasión la función de hacer milagros de la taumatúrgica, la de curar enfermos, parece que para él las curaciones no son exactamente milagros. Y que estos se pueden dan dar porque la necesidad de los enfermos es la que les hace estar abiertos a la fe. Básicamente, la enseñanza fundamental de este Evangelio es que la presencia de la fe en el Reino es necesaria para que se puedan llevar a cabo los milagros, que creernos que algo puede ser hace que pueda ser.
A nivel humano, me viene a la cabeza un buen amigo, que además es psicólogo y que me anda diciendo que tengo que creerme lo que soy y lo que quiero ser, para que pueda llegar a hacerse realidad. Seguro que todos tenemos experiencia de esto, el considerarnos capaces de hacer algo hace que seamos capaces de hacerlo. No sé si es un refrán o un piropo pero dicen que si querer es poder y poder es tener, con lo que te quiero ¿cómo no te puedo tener?
Jesús descubrió hace ya un par de miles de años esta capacidad en nosotros y quiso que la aplicásemos a la construcción de un mundo mejor, a la implantación del Reino de Dios. La carencia de milagros en nuestros días pasa por nuestra falta de fe, por no creernos que otro mundo es posible. ¿Te crees que con la ayuda de Jesús podemos construir un mundo mejor, el Reino de Dios del que habla Marcos?

lunes, 22 de junio de 2009

13 er. Domingo del Tiempo Ordinario

Este 28 de junio celebramos el 13º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Marcos 5, 21-43. El pasaje consta de dos hechos diferenciados. Por un lado, la resurrección de la hija de Jairo, el jefe de la sinagoga; y por otro, el episodio de la hemorroisa. Jairo acude a Jesús porque su hija está enferma, al ir de camino a casa de éste alguien le toca, y al preguntar quién ha sido, una mujer le responde que ha sido ella porque tenía un flujo y creía que él podía curarla. Jesús le despide diciéndole que su fe le ha curado. En estas, cuando llega a la casa de Jairo, le dicen que la niña ha muerto, pero Jesús les dice que no, que sólo está dormida. Entonces, Marcos recoge una de las pocas expresiones en arameo que tiene el Nuevo Testamento, el “Talitha qumi”.
Una idea cabe destacar de este Evangelio, mientras que la mayoría de nosotros nos jactaríamos de poder realizar tales portentos y nos enorgulleceríamos de ello, Jesús devuelve la pelota. Lo importante no es el poder que Jesús tiene, sino la fe de quienes reciben el mensaje. La fe en el Reino de Dios, la fe en el cambio de vida que puede suponer la implantación de ese Reino entre nosotros, y no tanto en los signos que denotan la llegada de ese Reino. Creo que alguna vez ya os he comentado el refranero popular, los signos serían los árboles que no nos dejan ver el bosque que es el Reino. El Evangelio viene a recordarnos que cualquiera puede recibir el don de la fe, no importa su credo, no importa su condición de pecadora pública, no importa más que confiar en la llegada del Reino y trabajar por él. Jesús prohíbe hablar de estos prodigios, pero lo evidente no necesita pregón.
¿Sigues a Jesús por los signos o porque confías que la esencia de las cosas puede cambiar?

lunes, 15 de junio de 2009

12º Domingo del Tiempo Ordinario

Después de todas estas fiestas que dan cierta continuidad a la Pascua, este 21 de junio retomamos el 12 Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Marcos 4, 35-40. Seguro que conocéis el texto, es el de la tempestad calmada. Jesús les pide a sus discípulos que lo lleven a la otra orilla, en el trayecto Jesús se echa una siesta y mientras duerme sobreviene una tempestad que asusta a los discípulos que lo despiertan, y criticando su cobardía y su falta fe hace que la tormenta se calme. Los discípulos atónitos se preguntan quién es Jesús que hasta el viento le obedece.
Aunque el tema no aparezca explícitamente a ninguno se nos escapa que lo que les pasa a los discípulos es que tienen miedo. Creo que en alguna ocasión ya os he hablado de que este es el verdadero enemigo de la fe, de la confianza, el miedo. Un miedo que todos experimentamos y que es un sentimiento que nos agarra desde lo más profundo de nuestro ser y que muy poco podemos hacer para superar, salvo, eso… confiar. El otro día, en una Eucaristía un cura nos confesaba sus miedos. A todos nos falta fe, a todos nos falta creernos que Jesús lo puede todo. Me viene a la cabeza la canción del la Hna. Glenda, ¿por qué tengo miedo si nada es imposible para Ti? Este es uno de los puntos esenciales de nuestra fe: confesamos un Dios omnipotente, pero no nos lo terminamos de creer. No sé porqué pero, si nos lo creyésemos, no nos preocuparíamos tanto de lo que va a pasar o de las repercusiones de lo que hacen o dicen quienes no nos aprecian o de las de nuestro propios actos y meteduras de pata. Nuestra respuesta se acercaría más a la de Job: “el Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor” o la de san Pablo: “En la vida y en la muerte somos del Señor”. En definitiva, dejaríamos que fuese Dios quien actuase por medio de nosotros y no nos proclamaríamos tanto a nosotros mismos. ¿De verdad crees que nuestro Dios es omnipotente?

lunes, 8 de junio de 2009

Corpus Christi

Este domingo, 14 de junio celebramos la solemnidad del Corpus. Nuestros pueblos y ciudades se engalanarán para recordar el misterio por el cual Jesús se quedó entre nosotros hasta el fin de los tiempos como nos prometió la semana pasada. El texto está tomado de Marcos 14, 12-16.22-26 y recoge el momento en que Jesús manda a dos discípulos para que preparen la mesa de la cena en la que instituyó la Eucaristía y el momento de la institución misma, la escena termina con el Maestro encaminándose junto a los discípulos hacia el monte de los Olivos.
Jesús se somete a la norma vigente en el pueblo judío (como el título de la obra de Meier: Jesús, un judío marginal) y lo hace como sometimiento a la voluntad del Padre. Es esa obediencia la que le faculta para hablar con la autoridad con la que habla a sus discípulos para que preparen la fiesta. Es la misma obediencia que le llevará a la cruz. Es la obediencia que le concede el que a pesar de la muerte, permanezca entre nosotros, vivo, real. Una presencia que todos necesitamos, que nos alienta y ayuda en nuestro camino diario. La fuerza que nos empuja, el sustento de nuestras vidas, el que se mantiene inmutable aunque nosotros cambiemos. El que es necesario frente a nuestra contingencia.
Esa obediencia no se basa en la autoridad sino en el amor, el amor que marca la celebración del Jueves Santo, el amor que nos da fuerzas para hacer cosas que de otra forma nos resultan imposibles.
La comunidad en la que celebramos la Eucaristía debe constituirse en la mayor manifestación de ese amor. Como dijo Jesús: “si amamos a quienes nos aman, ¿qué mérito tenemos?”, si amamos sólo a nuestras familias y amigos, ¿qué merito tenemos? En la comunidad nos encontramos con personas que nos aman y con otras que no, pero nosotros debemos caracterizarnos por ese amor a todos, es lo que hizo Jesús. ¿Y tú a quién amas?

lunes, 1 de junio de 2009

Santísima Trinidad

Este domingo, 7 de junio, celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad y la liturgia nos ofrece el texto de Mateo 28, 16-20. Cuatro versículos que, de nuevo, recogen, al final del Evangelio de Mateo, la misión, el envío con una tarea explícita, de los Once. Sitúa a los discípulos en Galilea, en el monte en el que Jesús les había citado. Se apareció y les dio un discurso de despedida, les envió y les prometió que estaría con ellos siempre.
La semana pasada recordaba cómo un profesor me enseñó eso de que el Espíritu era el Amor, pues bien, la fiesta de hoy nos recuerda eso, que el Amor, el Amante y el Amado, no son nada el uno sin el otro. Cuando estudié la carrera nos intentaron explicar este misterio de fe, y digo intentaron, porque después de un montón de folios, la conclusión era que la Trinidad es un Misterio, que sólo es asumible desde la Fe.
Pero vamos al Evangelio. Mateo nos recuerda la universalidad del mensaje de Jesús, todo en el texto nos habla de ello, simbólicamente en la cita en Galilea y explícitamente en el envío a hacer discípulos de toda la tierra. Aunque haya gente que pretenda imponer, considero que de este fragmento no se puede desprender. Lo que aquí se hace es invitar y proponer, enseñando a los que quieran bautizarse lo que Jesús hizo y dijo, lo que Jesús es.
Pero creo que hay una idea menos evidente: los discípulos dudan; la duda refleja un miedo; miedo que ya veíamos la semana pasada. Y la fe, la confianza que nos ayuda a superar la duda, Jesús permanece a nuestro lado hasta el final de los tiempos. Todos, ante lo desconocido tenemos dudas, incertidumbres, pero la confianza, la fe en Jesús nos ayuda a superarlo; como el niño que siente miedo ante una nueva situación, pero al sentir la mano de su madre se tranquiliza. ¿Cuáles son tus dudas? ¿Siguen presentes cuando te sientes cercano a Jesús?

lunes, 25 de mayo de 2009

Pentecostés

El próximo 31 de mayo celebramos Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo y la litúrgia nos ofrece el texto de Juan 20, 19-23.
El Evangelio nos recuerda el momento en que están los discípulos reunidos y Jesús les visita, les concede el don de la paz, les deja el regalo del Espíritu, por él les concede la potestad de perdonar los pecados y los envía. La aparición comienza con el saludo de paz y se repite para el envío.
Llama la atención que los discípulos de la situación de miedo pasen a ser capaces de aceptar ese envío como vemos en la primera lectura de los Hechos. Pero esa es la fuerza del Espíritu. Un profesor mío decía que mientras el Padre era el Amante y el Hijo el Amado, el Espíritu es el Amor. Por eso puedo decir que la fuerza del Espíritu, es la fuerza del Amor. Un Amor que en nuestra experiencia humana podemos experimentar y a todos se nos nota, el hecho de sentirnos amados o amantes nos dota de una energía, de una vida que hace que seamos capaces de hacer cosas que de otra forma nos resultarían imposibles. Jesús recibe una misión del Padre y, luego, para continuar esa misión, nos hace partícipes de ella. Por ello nos dota de la capacidad de amar, que recibió del Padre, suficiente para poder llevar a cabo esa misión.
Por otro lado, sorprende que la potestad de perdonar los pecados se de a la comunidad, no a un ministerio. Es la Comunidad la que nos perdona en el sacramento y que por el ministerio de la Iglesia nos concede el perdón y la paz.
Todos somos capaces por el don del Espíritu, del Amor, la fuerza que nos anima, a llevar a cabo la misión que el Padre nos ha reservado desde el principio de la creación para cada uno de nosotros. Y tú, ¿sientes esa fuerza como suficiente para lo que el Señor pide de ti?

lunes, 18 de mayo de 2009

Ascensión

Este 24 de mayo celebramos la Ascensión del Señor y leemos Marcos 16, 15-20. El texto constituye el final del evangelio de Marcos, en él Jesús se aparece a los discípulos y les confiere la misión de convertir al mundo, de hacerles que confíen en el mensaje que Él les ha transmitido, que nos introduzcan en el Reino de Dios. El signo de esa pertenencia es el bautismo. Y a aquellos que confíen en el mensaje de Jesús y lo proclamen, verán sus palabras acompañadas por signos. Unos signos que en la cultura judía eran los que nos cita el texto: echar demonios, hablar lenguas, coger serpientes con la mano… pero que en nuestro contexto cultural debemos traducir por: no ser indiferentes al dolor ajeno, poner a la persona por encima de cualquier cosa, construir una sociedad donde el verdadero señor de nuestras vidas sea Dios y cumplir su voluntad y tener sueños a los que no renunciemos. Evidentemente, son signos más sutiles que los que nos propone el evangelio, no tan visibles, pero igual de efectivos en la construcción del Reino.
Este mensaje que deja Jesús a los discípulos tiene su continuidad en todos nosotros, porque debemos llevar a cabo esta tarea. Jesús desaparece de la vista de los discípulos, pero su mensaje queda, Dios lo sitúa a su mismo nivel, lo sienta a su derecha y nosotros estaremos con Él.
Los hechos que acompañan nuestro ser cristiano son menos llamativos, pero estoy seguro que si agudizamos nuestra vista y nuestros oídos los veremos y oiremos a nuestro rededor. Cuando una persona ayuda a otra, cuando uno dedica su tiempo a los demás, cuando nos conmueve la injusticia y el dolor de los demás, cuando cuidamos nuestro entorno… y un largo etcétera que todos conocemos, entonces estamos construyendo esa buena noticia de Jesús. Estamos construyendo el Reino.
¿Qué signos acompañan tus palabras?

lunes, 11 de mayo de 2009

6º Domingo de Pascua

El 6º Domingo de Pascua, que celebramos este 17 de mayo, y seguimos leyendo discurso de despedida de Jesús, en Juan 15, 9-17. El texto recoge en continuación con la semana anterior recoge el mandamiento nuevo de Jesús.
De nuevo nos encontramos con un san Juan enrevesado, cuando Jesús nos dice amar como yo os he amado, nos dice que ese amor es transmitido por el Padre. La misma tarea que Dios encomienda al Hijo, éste nos la encomienda a nosotros, para que vayamos construyendo en nuestra sociedad el reinado de Dios, y al participar de esta tarea ya no somos siervos, sino amigos porque participamos de la misma misión que recibió el Hijo. Esa tarea es sólo una, sencilla y compleja a la vez, el amor. Algo que sólo podemos hacer de una forma: amando. Este amor es la fuente de la alegría que Jesús nos ofrece y que sólo así llega a su plenitud.
Lo cierto es que este mandamiento puede parecer imposible de cumplir, ninguno de nosotros podemos amar de la forma que nos amó Jesús, Él nos amó hasta el extremo y nos amó a todos. Pero, si amamos porque Jesús nos amó, la cosa cambia… sólo bebiendo del amor de Jesús podremos amar a los demás, sólo participando del amor de quien es el Amor con mayúsculas, conseguiremos cumplir con un mandamiento que está por encima cualquier ley. Así estaremos construyendo el Reino de Dios y participaremos de la verdadera alegría, de la alegría plena.
Sólo podemos hacer una cosa para conseguir esta alegría: amar. Si lo pensáis bien, no le falta razón porque lo único que nos separa de Dios son nuestras faltas de amor. Toda la ley se reduce a esto: ama. ¿Cómo manifiestas tu amor?

lunes, 4 de mayo de 2009

5º Domingo de Pascua

El 5º domingo de Pascua que celebramos este 10 de mayo nos propone el texto de Juan 15, 1-8. La alegoría sobre la vid y los sarmientos, sobre la unión entre Jesús y los discípulos y cómo el Padre, que es el labrador, cuida de esa vid y depura esos sarmientos.
Este evangelio, se desarrolla en el contexto de la cena de despedida de Jesús antes de ir al Padre.
Aunque la mayoría de los comentarios van a hacer referencia a permanecer en Cristo para poder dar fruto, creo que pocos nos van a explicar en qué consiste ése permanecer unidos a Jesús. Esa adhesión no puede limitarse a una institucionalización que, como recordamos, el propio Jesús criticaba la semana pasada. Se trata de una adhesión personal que necesariamente pasa por la purificación por medio de sus palabras de que nos habla el texto. Oír la Palabra de Jesús, conocerla y hacerla propia es lo que nos une a la vid y nos convierte en sarmientos fructíferos de los que el Padre se puede sentir orgulloso. La Palabra es la savia de la vid.
Pero, las más de las veces, nuestros oídos y nuestro corazón no se sitúan en este contexto, se van por derroteros de odio, de guerra, de indiferencia, de insolidaridad, de injusticia… del tal forma que el labrador tiene que purificarnos. La única forma de volver a dar fruto, es volver a chupar de esa savia que nos da la vida.
En este tiempo pascual, Cristo no nos ha abandonado, sigue vivo en nosotros si permanecemos en su Palabra, si mantenemos esa unión mediante la savia, si ella es para nosotros el verdadero alimento de vida que nos configura con la vid.
Nuestras preocupaciones diarias, como las inclemencias del tiempo, pueden hacer que nos olvidemos de las palabras de Jesús. Escuchemos su Palabra, vivamos de ella y el labrador estará orgulloso de nosotros.

lunes, 27 de abril de 2009

4º Domingo de Pascua

Este 3 de mayo celebramos el 4º domingo de pascua y la liturgia nos ofrece el Evangelio de Juan 10, 11-18.
El texto recoge una controversia de Jesús con los sacerdotes de Israel, y contrapone la función que éstos desempeñan con la que Él ejerce. En ella, Jesús reprocha a los sacerdotes que no se sepan comportar como verdaderos pastores que conocen a sus ovejas, que se entregan por ellas y que prescinden de la Ley en la relación con ellas. La segunda parte del texto, es más teológica, se centra en la relación de Jesús con el Padre y en la dimensión sacrificial del Hijo en una dinámica de muerte y resurrección que nos sitúa en este tiempo pascual.
Pero tal vez haya un aspecto que destaque sobre el resto, me refiero a la universalidad del pastoreo de Jesús que recoge Juan. El pastoreo de Jesús hace que nos replanteemos el pastoreo en nuestro contexto, un pastoreo que se entrega totalmente, independientemente del sometimiento a una Ley que hoy como hace dos mil años atenaza a un Pueblo de Dios que se sitúa por encima de las normas. Unas normas que más que aproximarnos, nos separan y distinguen. El mensaje de Dios es ecuménico, pero nuestros pastores se empeñan en reforzar la afirmación tridentina de que fuera de la Iglesia no hay salvación. Que la Iglesia es un lugar preferente para la salvación no puede discutirse, pero que sea el único es una necedad como recoge el Vaticano II. La voz de Cristo es la que debe aglutinarnos, pero que nadie se crea dueño de esa voz.
¿Estás anclado en tus convicciones o dejas hablar a Cristo en tu vida?

lunes, 20 de abril de 2009

3er Domingo de Pascua

Este 26 de abril celebramos el tercer domingo de Pascua y leemos Lc 24, 35-48.
El texto recoge el momento posterior al episodio de los discípulos de Emaús, cuando éstos están refiriendo lo acontecido, de nuevo, se les aparece Jesús. Como en la semana pasada hay miedo, pero es distinto, es más el susto. Y como en la semana pasada, el saludo de Jesús es la paz. Él se quedó a comer con ellos, y les mostró su corporeidad. Mientras comían volvió a explicarles cómo las Escrituras estaban hablando de Él cuando decían que el Mesías tenía que padecer y resucitar. El texto termina con dos referencias a la conversión y el perdón que Lucas se encarga de generalizar a todos los pueblos comenzando por Jerusalén y constituye a esas personas como testigos de ese cumplimiento de la Palabra de Dios en su Hijo.
Tal vez sea por una necesidad personal, pero creo que este año los textos que se nos proponen para esta Pascua hacen especial referencia a la paz. Esa paz que nos llena de tranquilidad, de un equilibrio interno más allá de lo psicológico, de serenidad. Esta paz es un don del Resucitado y que nos permite hacer cosas más allá de nuestras capacidades personales y así nos constituye en testigos personales de este hecho que constituye la esencia misma de nuestra fe, porque “si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe”. Por otro lado el texto nos confronta con la realidad de la presencia del crucificado, mucha gente pregunta por cómo será nuestro cuerpo resucitado. La respuesta es sencilla: Ni lo sé, ni me importa.
La esencia de nuestra fe está en la confianza, si la confianza la sustituimos por certeza, la esperanza no tiene cabida para nosotros.
¿Has experimentado la paz que Jesús resucitado nos trae? ¿esa paz te da la fuerza para ser su testigo ante los hombres de todo el mundo?

lunes, 13 de abril de 2009

2º Domingo de Pascua

Este 19 de abril celebramos el 2º Domingo de Pascua y leemos Juan 20, 19-31.
El texto consta de dos partes bien diferenciadas. La primera, la aparición de Jesús a algunos discípulos y que constituye la reanudación de la relación de Jesús con sus seguidores tras la Resurrección; y la segunda, la experiencia personalizada en Tomás que todos conocemos metiendo la mano en las heridas de la Pasión.
La reanudación de la relación de los discípulos con Jesús constituye la verdadera y auténtica Tradición, una Tradición que no se constituye a favor de una institución, sino que se fundamenta en la Comunidad. Dios a enviado a Jesús y Jesús nos envía a nosotros, representados en ese grupo de discípulos. Un grupo encerrado en casa por el miedo. Ese miedo que, también para nosotros hoy, es uno de los principales enemigos de nuestra fe, de nuestra confianza en la persona de Jesús de Nazaret. Pero también nos concede el remedio para superarlo, el don del Espíritu, resaltado en la exhalación sobre los discípulos. Y también nos concede otro don, la paz. Una paz distinta del concepto que hoy tenemos de ella, una paz constituida por el bienestar total y verdadero, no por una tranquilidad superflua o por la ausencia de conflictos. Esta paz va unida al perdón de los pecados que, de nuevo, es concedido a la comunidad.
En nuestras vidas difícilmente podremos alcanzar la confianza, la fe en Jesús, que es un don, un regalo del Padre, si no somos capaces de perdonar, un perdón que nos da la paz que es una consecuencia del Espíritu, que reside en la Comunidad, que ha sido enviada por Jesús como Jesús fue enviado por el Padre.
Creer que Jesús vive en nosotros cuando somos auténtica comunidad es la esencia de nuestra fe. ¿Tu fe se basa en una relación personal con Dios o pasa por la comunidad?

lunes, 6 de abril de 2009

Domingo de Pascua

Este 12 de abril, Domingo de Pascua, leemos Juan 20, 1-9.
El texto relata el momento en que María Magdalena va al sepulcro y al ver la losa corrida, acude a Pedro y al discípulo al que Jesús amaba, echan una carrera hasta el sepulcro, y a pesar de llegar primero el otro discípulo, el primero en entrar es Pedro, luego entró el discípulo amado.
De nuevo el texto de Juan. Ya sabemos que este evangelista no da puntada sin hilo. Esta vez aprovecha la ocasión para revelarnos tres estadios diferentes en el proceso de fe, representados por cada uno de los tres protagonistas.
El primero, el de María, que llega y busca una explicación racional a lo ocurrido: “han robado el cuerpo del Señor”. El segundo, encarnado en Pedro, que se queda estupefacto, observando la escena, en un primer momento no nos dice que creyera en la resurrección, ni que comprendiera las Escrituras. Y el tercero, el discípulo al que Jesús amaba, que entró, vio y creyó.
Cualquiera de nosotros podemos estar en uno de esos estadios, y evidentemente, en cada momento de nuestra vida podemos sentirnos en uno de ellos diferente, no tiene porqué tratarse de un proceso lineal y necesariamente avocado a la última fase.
Los tres acaban recibiendo el regalo último: descubrir a Jesús resucitado en sus vidas, quien al salir del sepulcro brilla sereno para el linaje humano. Hoy es un día para agradecer al Señor este regalo que nos hace, esa presencia divina que nos acompaña en nuestras vidas y que podemos descubrir a poco que nos esforcemos en ello, ante la cual sólo podemos exclamar: “aleluya”.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
Feliz Pascua de Resurrección a todos.

lunes, 30 de marzo de 2009

Domingo de Ramos

Como todos los evangelios de este día, el de este año vuelve a plantearnos el tema del mesianismo de Jesús, ¿qué clase de Mesías es Jesús? El Mesianismo de Jesús está basado en el servicio a los más vulnerables de la tierra y en la inclusión de todos aquellos que el legalismo judío y el poder Romano habían excluido y condenado. Su Mesianismo entonces supera la idea nacionalista, militar y política como se entendía en el Antiguo Testamento.
Este Mesianismo que Jesús ha elegido, es la forma que Dios ha elegido para salvar al mundo, nuestro compromiso con los últimos y con los excluidos es nuestra forma de participar en la misión que Jesús recibió del Padre. En estos tiempos que nos dicen de crisis, debemos tener presente que, a pesar de todo, nuestra obligación para con esos que, de verdad, ocupan el corazón de Dios.
Jerusalén tiene un significado especial para Jesús, es donde Él va a consumar su Amor a la humanidad de todos los tiempos.
Nosotros hoy sólo podemos contemplar y agradecer este tributo de Amor, clave para entender los hechos que vamos a celebrar en esta semana. Y, por supuesto, colaborar con Dios en esa misión hacia los más desfavorecidos que nos dignifica como personas.
No me resisto a acabar sin recomendaros el Himno Cristológico de san Pablo de la carta a los Filipenses que nos ofrece la liturgia de hoy. Y como nos dice, que esta Semana Santa sea ocasión para contemplar uno de los mayores misterios de nuestra fe.

lunes, 23 de marzo de 2009

5º Domingo de Cuaresma

Este 29 de marzo celebramos el 5º Domingo de Cuaresma y leemos Juan 12, 20-33.
El texto debemos situarlo en la última subida de Jesús a Jerusalén, después de la entrada triunfal y en el que el propio Jesús nos anuncia el medio que ha elegido el Padre para glorificarle. El evangelio nos aproxima a los hechos de la Pasión, Muerte y Resurrección, y en la interpretación de los mismos se centra. El evangelista, aprovecha para hacer todo un tratado de salvación, del mismo Cristo y de la Comunidad. En cuanto al tratado sobre la Iglesia, viene a insistir en la universalidad del mensaje de Jesús. En cuanto al tratado sobre Cristo debemos recordar cómo en varios momentos ya hemos hablado del tema de la “hora” y, ahora, ha llegado la hora, ha llegado el momento en que Jesús se va a manifestar en toda su plenitud, en la cruz que va a izarlo para nuestra salvación, como veíamos la semana pasada.
Y, como la semana pasada, una frase llama poderosamente la atención. “El que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor”. Hay quienes en este versículo encuentran una justificación para aceptar, con la mal llamada “resignación cristiana”, el dolor. Pero lo cierto es que el servicio y el seguimiento son renuncia a uno mismo, con una finalidad: los hermanos, en los que encontramos a Cristo vivo. Sin esta finalidad, nuestra negación de nosotros mismos es estéril y no hay resignación, ni cristiana ni de ningún otro tipo, que lo justifique.
La liturgia nos está transmitiendo que llegamos al final de la cuaresma, que debemos empezar a hacer balance de la conversión que nos proponíamos al principio de la misma. Si nuestro cambio ha sido o no efectivo, si ha cambiado algo en nuestro corazón o no, si estamos o no más cerca de la salvación que Jesús nos ofrece.

lunes, 16 de marzo de 2009

4º Domingo de Cuaresma

Este 22 de marzo celebramos el 4º Domingo de Cuaresma y la liturgia nos invita a leer Juan 3, 14-21. El texto se enmarca en el transcurso de una conversación con Nicodemo sobre la identidad de Jesús y cómo para reconocer a Jesús como hijo de Dios hay que renacer en el agua y en el Espíritu. A partir de ahí enlaza con el texto que se nos ofrece hoy. Como siempre, Juan utiliza un lenguaje denso, donde cada versículo dice mucho más de lo que parece. La referencia a Moisés hace que nos fijemos en que Jesús tendrá que ser izado en la cruz para que, como la serpiente de bronce, nos pueda salvar. Creer en ese Jesús crucificado es, para nosotros, la salvación.
Lo cierto, es que una idea me ha llamado poderosamente la atención, en realidad es una frase que, creo, recoge la esencia de este texto: “Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.” Como les enseño a mis alumnos, Dios toma la iniciativa en una relación personal, esta iniciativa es un regalo que nos hace porque le da la gana y su única intención es que nos salvemos para la otra vida y la felicidad para ésta. Y también les enseño que la respuesta del hombre es la fe, que también es un regalo que tenemos que pedir, y esta respuesta es la que hace que nos salvemos y que seamos felices. Pero como a mis alumnos, a nosotros nos cuesta entender que haya Alguien al que tengamos que dar una respuesta.
Vivimos en una sociedad en la que desde que nacemos tenemos gente pendiente de nuestros deseos y que no nos exigen nada a cambio. Y cuando se nos pide algo, aunque sólo sea esta respuesta de confianza, nos resulta difícil. Pero debemos esforzarnos por pedir las fuerzas necesarias para responder a esta iniciativa de Dios. Dios nos manifiesta su amor en Jesús y renunciar a Él es el verdadero pecado que rompe la relación con Dios.
¿En quién crees tú?

lunes, 9 de marzo de 2009

3er Domingo de Cuaresma

Este 15 de marzo celebramos el 3er Domingo de Cuaresma y leemos Juan 2, 13-25. Otro clásico de la Cuaresma. La expulsión de los mercaderes del Templo y la controversia sobre la naturaleza del mismo. El evangelista nos cuenta la secuencia como en un flash-back cinematográfico y, al final, añade una tercera parte en la que los apóstoles entienden lo sucedido a los ojos de la resurrección y nos cuenta qué más pasó durante esa estancia de Jesús en Jerusalén.
El texto recoge, en las posturas de los judíos del Templo y en la de Jesús con sus discípulos, dos concepciones distintas de la Religión. La semana pasada, cuando escribí el comentario, me preguntaba si no estaría cayendo en el activismo. Pero, esta semana otro evangelista confirma lo que os decía la anterior. Jesús viene a confirmar que el auténtico templo es Él, y nosotros, como hermanos suyos, también.
Esas dos concepciones son la de ver a los hermanos como Templo en el que habita realmente Dios y la de intentar manipular a los otros y al mismo Dios con ornatos y halagos que no necesita porque ya conoce nuestro interior. Porque eso no sirve si no va acompañado de la visión de Dios en los que nos rodean. Una amiga mía lo describía muy bien: “vamos al templo y nos centramos en Dios, sin saber ni preocuparnos por la persona que está a nuestro lado, o buscando sitios en que no tengamos que relacionarnos con nadie más”. Como dice el salmo 51, el sacrificio que agrada al Señor no son los holocaustos, sino un corazón contrito.
Esto puede quedarse en palabras bonitas, lo difícil es creérselo como lo hizo Jesús y llevarlo hasta sus últimas consecuencias dentro de nuestras posibilidades. El pecado en el que puedo caer yo es el de querer manipular a Dios, intentar que diga lo que quiero oír. Y tú, ¿Cómo concibes la Religión? ¿Qué es para ti el templo? ¿Cuál es tu pecado?

lunes, 2 de marzo de 2009

2º Domingo de Cuaresma

Este 8 de marzo celebramos el 2º Domingo de Cuaresma y la liturgia nos propone el texto de Marcos 9, 2-10.
Nos reencontramos con un Evangelio clásico de este tiempo de cuaresma, el episodio de la transfiguración, ya sabes, ese que Jesús se aparece con Elías y Moisés, representando la Ley y los Profetas; en el que Pedro dice qué bien se está aquí, hagamos tres tiendas; en el que se produce esa teofanía en la que Dios dice que Jesús su Hijo amado, que tenemos que escucharle; la prohibición de decir nada de lo ocurrido hasta que no resucite de entre los muertos…
Si nos ponemos a desmenuzar el texto, cada versículo nos daría para ver muchísimas cosas en él. Pero en este tiempo de cuaresma, tal vez el hincapié haya que centrarlo en un par de aspectos.
El primero, el riesgo de quedarnos mirando al cielo. En cuaresma se nos invita a una conversión sincera, de opciones fundamentales. Nuestra fe nos exige un compromiso con los hermanos, no podemos quedarnos estupefactos ante Dios, limitándonos a contemplarlo. El verdadero significado de la cuaresma, de su sentido penitencial, está en el amor a los demás.
Y, el segundo, es más bien una pregunta, dónde está nuestra fe, la pregunta que se hacían los discípulos es la misma que nos vamos repitiendo una y otra vez en nuestra historia personal, qué significa la resurrección. Ahora, en esta cuaresma, tenemos la ocasión de responder a esa pregunta de la única forma posible. Desde la fe. Desde la confianza total y absoluta. Esa que sólo demuestran los niños pequeños, que son capaces de tirarse al vacío si se lo piden sus padres. La pregunta sigue en nuestros corazones. Y la respuesta sólo puede que Dios sabe lo que tiene que hacer con nosotros.

lunes, 23 de febrero de 2009

1er. Domingo de Cuaresma

Este 1 de marzo celebramos el primer Domingo de Cuaresma y leemos Marcos 1, 12-15.
Se trata de un texto breve en el que se nos narra cómo Jesús tras la experiencia del desierto, vuelve a Galilea y allí comienza a predicar la conversión por la proximidad del Reino de los Cielos.
El Evangelio nos recuerda la frase con la que hemos comenzado la cuaresma, en la imposición de la ceniza nos recordaban la necesidad de convertirnos y creer en el Evangelio, que para Marcos es la llegada del propio Reinado de Dios.
En algún comentario se habla de la audacia a la que somos llamados los cristianos en nuestra vida. Pero también en Jesús vemos esta audacia, el texto nos dice que Jesús se va a Galilea cuando matan a Juan, Jesús huye de Judea porque todavía le queda mucho por hacer, como diría el evangelista Juan, aún no ha llegado su hora.
Marcos nos invita a la conversión, al cambio. Un cambio profundo, de principios. Hubo un cura que me dijo una vez que sólo es posible una conversión en la vida, la liturgia nos recuerda año tras año la necesidad de ese cambio a quienes no lo han tenido y lo hace presente a quienes lo han hecho. Y lo cierto es que la conversión es un don, un regalo, hay quienes lo reciben desde su nacimiento y quienes lo han dejado escapar. Otro amigo mío dice de estos últimos que aún no les ha llegado su momento. Pero ese momento, como regalo que es, hay que pedirlo, buscarlo, provocarlo, y sobre todo, quererlo.¿Ha llegado tu momento? Y si ya llegó ¿Cómo puedes revivirlo, cómo puedes actualizarlo?

lunes, 16 de febrero de 2009

7º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 22 de febrero celebramos el 7º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Marcos 2, 1-12.
El texto recoge el retorno de Jesús a Cafarnaúm y con la gente abarrotando el lugar donde estaba, unas personas descuelgan un paralírtico desde el tejado. Los escribas protestan cuando Jesús ante su muestra de confianza en él, le dice que sus pecados le son perdonados. Ante la protesta, Jesús cura al paralítico que sale por su propio pie cargando con la camilla que antes le había esclavizado.
Parece que con este Evangelio se cierra un ciclo. Jesús vuelve al lugar desde el que partió hace unos cuantos domingos, salió de allí para anunciar el Reino de Dios, porque la gente le seguía por los signos de ese Reino, no por el anuncio de la llegada de ese Reino.
En esta ocasión, parece que el paralítico sí que le sigue por la cuestión del Reino y no de los signos, pero los escribas aparecen ahí para demostrar que hay quienes necesitan de esos signos. Al paralítico se le perdonan los pecados, los escribas murmuran y Jesús les demuestra que el aceptar el Reino es más grande que aceptar los signos.
En el judaísmo pensaban que las enfermedades eran las consecuencias del pecado. Por eso Jesús, con esta curación, les demuestra a los escribas que es capaz de perdonar pecados.
No quiero prescindir de una idea. El paralítico tenía fe, pero también la debían tener quienes le descolgaron. Él sólo no podía acudir a Jesús. Los que le ayudaron, de alguna manera, por la confianza en el paralítico o en Jesús, también se benefician del milagro.
A mí me gustaría tener la confianza suficiente de quienes llevaban la camilla y ser capaz de acercar algunos corazones a Jesús.A nadie nos vienen mal los signos, pero ¿los necesitas para confiar?

lunes, 9 de febrero de 2009

6º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 15 de febrero celebramos el 6º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Marcos 1, 40-45.
El texto continúa situado en tierras de Galilea. Y, en él, vemos a un leproso que le pide a Jesús que lo cure, éste lo hace y le prohíbe que diga nada pero, en cuanto lo deja, comienza a proclamar lo que el Hijo de Dios ha obrado en él. Esto hace que toda la gente le siga y no pueda entrar en los pueblos.
Seguimos en el mismo contexto y dinámicas de la semana pasada. La idea es la misma, Jesús quiere que le sigamos por el Reino y nosotros le seguimos sólo por los signos de ese Reino, perdiéndonos lo fundamental. Esto le impide a Jesús entrar en los pueblos, tiene que quedarse fuera y, aún así, van a buscarle.
Pero vamos a ver lo específico de hoy. Primero, debemos darnos cuenta que el leproso pide la curación; reconocernos imperfectos ante el que es perfecto es requisito para comenzar a cambiar. Marcos aprovecha para mostrarnos una característica psicológica de Jesús, la compasión. Jesús siente compasión y lo cura. La verdad es que todo en la vida de Jesús es “com-pasión”.
Y por otro lado, me ha parecido interesante un dato, la importancia que da el evangelista a la voluntad. La voluntad del leproso de querer curarse, la interpelación que hace a la voluntad de Jesús, “si quieres, puedes” y la voluntad de éste de que se cure. En Jesús como en el amor la clave es querer. Si queremos podemos.
Y tú ¿quieres?

lunes, 2 de febrero de 2009

5º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 8 de febrero celebramos el 5º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Marcos 1, 29-39.
El texto nos sitúa en el momento posterior al de la semana pasada. Jesús sale de la sinagoga de Cafarnaún, cura a la suegra de Pedro y la multitud le sigue para que los cure y alimente. Jesús hace un parón para rezar y decidir qué tiene que hacer. Entonces se pone en camino y va a otras aldeas para predicar la Buena Noticia, la llegada del Reino.
Tal vez sorprenda el lenguaje de Marcos, parece clara la intención del autor que no es la de ser un cronista, sino la de elaborar un texto que cambie el corazón de quienes lo escuchan, mover a la fe, anunciar la llegada del Reino.
No sé si habrás visto el musical “Jesucristo Superstar”, pues bien, hay un momento en que la gente abruma a Jesús pidiéndole milagros y curaciones, la reacción de Jesús es que se empieza a sentir agobiado y tiene que huir. Pues esa es la escena que me viene a la cabeza. En esta versión Jesús no se agobia, se retira a rezar para saber qué tiene que hacer. A Jesús no parece importarle que lo “utilicen”. Lo experimenta como la demostración de que ese Reino está presente entre nosotros.
Las más de las veces sólo seguimos a Jesús por interés, en mis tiempos hablábamos de ese Dios mágico, de bolsillo, al que sólo recurríamos cuando lo necesitábamos. Y Él, cargado de paciencia, intentando hacernos ver que no nos enteramos de nada, que por ahí no van los tiros, que eso son las consecuencias de la llegada del Reino, pero que lo esencial es eso, la llegada del Reinado de Dios, la presencia de Dios entre nosotros.
En realidad, ¿para qué buscas a Dios, lo sigues porque estás convencido de que su proyecto de amor puede cambiar el mundo, o te mueven otros intereses?

lunes, 26 de enero de 2009

4º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 1 de febrero celebramos el 4º domingo del Tiempo Ordinario y leemos Marcos 1, 21-28.
El texto narra una visita de Jesús con sus discípulos a la sinagoga de Cafarnaún y la expulsión de un demonio con el que mantiene una pequeña conversación.
Si acaso, sorprende que nos digan que Jesús se pone a enseñar, pero no nos dicen qué enseña, el evangelista tampoco nos dice mucho de esa forma nueva de enseñar que tanto atrae y que tan bien nos vendría a los educadores. Sabemos que enseña con autoridad, pero una autoridad que no mana del autoritarismo, ni de la imposición, sino del amor. Tal vez sea esto lo que nos falte.
Nos esforzamos por transmitir la buena noticia de la llegada del Reino pero, las más de las veces, es a nosotros mismos a quienes nos anunciamos, y nuestra autoridad no mana de amor sino de la soberbia de creernos en posesión de una verdad inmutable, a la cual hemos accedido, sin saber bien ni cómo ni porqué, sin aceptar esa verdad como un don que no puedo imponer a los demás, que sólo puedo proponer, enseñarles con la única autoridad que me es posible: la de mi vida, que así soy feliz; y decir como el Señor: “venid y veréis”.
Para mí, para nosotros, esta es la auténtica autoridad: el amor. Pero hay quienes todavía se esfuerzan en demostrar otros tipos de autoridad.
¿Cómo pretendes anunciar a los que tienes a tu alrededor la llegada del Reino de Dios? ¿Con la autoridad de la fuerza o con la del amor?

martes, 20 de enero de 2009

3º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 25 de enero celebramos el 3 Domingo del Tiempo Ordinario pero, este año, con motivo del año jubilar paulino, las lecturas corresponden a la fiesta de la Conversión de San Pablo, así que el Evangelio de hoy es Marcos 16, 15-18. El texto forma parte de lo que se conoce como el logión de Marcos, el texto no forma parte del evangelio original pero está reconocido como si lo fuese.
Relata una aparición de Jesús a los once, Judas ya no estaba con ellos. Y los envía al mundo entero a proclamar la buena noticia que da origen a la obra de Marcos: la llegada del Reino de Dios, a invitar a la gente a que crea y se bautice. De nuevo, los signos de la fe, de esa creencia son sorprendentes y hacen que todos nos planteemos si realmente creemos, porque somos incapaces de realizar tales proezas (coger serpientes, beber veneno mortal o sanar imponiendo las manos). Estas mismas proezas constituyen los signos de la llegada del Reino de Dios, ese que nosotros decimos construir.
En consonancia con la fiesta que celebramos esta es la misión que llevó a cabo Pablo, dedicó su ministerio a todo el mundo, a los que no pertenecían a la misma fe que los apóstoles, a los gentiles.
Esta misión que fue encomendada a Pablo es la misma que tenemos encomendada cada uno de nosotros y que debemos llevar a cabo en nuestra vida. Cuando seamos capaces de hacerlo, nuestra fe será gratificada con la realización de proezas, tal vez no tan espectaculares, pero seguro que igual o más efectivas en el corazón de quienes nos rodean.
¿Qué finalidad tienes en tu vida? ¿La dedicas a la misión que Dios te ha encomendado? ¿Has descubierto cuál es esa misión?

domingo, 11 de enero de 2009

2º Domingo del Tiempo Ordinario

Este 18 de enero celebramos el segundo domingo del Tiempo Ordinario y leemos Jn 1, 35-42.
Estamos al principio del Evangelio de Juan y nos encontramos con que éste comienza su texto haciendo una puesta en escena, una presentación de los personajes que van a componer su obra. En este caso, el Bautista que según el prólogo tenía que anunciar al Mesías, señala a Jesús como el Cordero de Dios. Unos discípulos del Bautista le siguen para ver dónde vive. Luego uno de ellos le presenta a su hermano Simón al que Jesús llamará Pedro.
La verdad es que el texto de esta semana resulta muy propio de Juan. Releyéndolo el autor consigue introducirte en una atmósfera casi onírica, la sensación me recordaba tardes de 5º de EGB en primavera, con el sol inundando la clase y leyendo Platero y yo, o a ese entorno que rodea algunas películas de Buñuel sin apenas diálogo, incluso más recientemente el Gran Silencio, no me preguntéis porqué. La verdad es que parece que el silencio domina la escena, son pocas las palabras pero muchas las miradas cargadas de significado que van más allá de lo que podemos expresar con la boca.
El evangelista consigue que nos introduzcamos en una dimensión distinta de la que estamos acostumbrados. Normalmente, cualquiera de nosotros habría referido estos hechos llenándolos de palabras justificando que unas personas sean capaces de dejarlo todo por seguir a otra que no conocen. Pero Juan, no. Juan prefiere inducir sentimientos. A la postre, este el lenguaje del Evangelio: los sentimientos. Y lo que hacen las palabras es enmascararlos.
¿tienes miedo al silencio? ¿llenas tu vida de ruidos, de palabras, de conversaciones vanas? ¿serías capaz de dejarlo todo por seguir a un desconocido?

lunes, 5 de enero de 2009

Bautismo del Señor

Este domingo, 11 de enero, celebramos el Bautismo de Jesús y leemos Marcos 1, 7-11. El texto recoge el momento en el que el evangelista narra el hecho que origina esta fiesta, y consta de dos partes, la primera: una declaración de Juan en la que pretende dejar claro que él no es el Mesías que está esperando el pueblo de Israel, sino sólo su precursor inmediato; y la segunda, el momento del bautismo de Jesús, fijándose en los hechos que rodean ese bautismo: el cielo se rasga, se oye una voz que dice que Jesús es el Hijo de Dios amado, el Mesías esperado, y que tenemos que escucharle.
Aún estamos digiriendo los turrones y nos encontramos con que Jesús no se para, el Evangelio es muestra de ello; no se ha borrado de nuestra cabeza la imagen de la manifestación del niño y la visita de los magos cuando se nos devuelve a la dura realidad, nos encontramos a Jesús en el inicio de su vida pública, un nuevo comienzo. Un principio marcado por el Espíritu que guiará toda su vida y su muerte, el mismo que estuvo presente en su concepción. Jesús nos acerca a él. La voz que se oye hoy es la de ese mismo Espíritu, el que nos viene señalando a Jesús como el Mesías que nos tiene que liberar.
Y de nuevo, como siempre de fondo el tema del amor. El amor aparece como la garantía de la presencia de Dios en medio de nosotros, esta vez hecha carne, hecha hombre perfecto.
Tal vez esta sea la medida que debamos emplear nosotros para saber si nuestras acciones provienen de Dios o no: el amor que haya en ellas. Claro que habrá quienes no vean claro esto porque identifiquen el amor con un sentimiento, pero creo que en el amor hay algo más, también hay voluntad. Querer amar es la clave. En tus relaciones ¿se deja ver esa voluntad?