lunes, 10 de agosto de 2009

20º Domingo del Tiempo Ordinario

El próximo 16 de agosto celebramos el 20º Domingo del Tiempo Ordinario y continuamos leyendo Juan capítulo 6, vv. 51-58.
El texto mantiene la línea argumental de los domingos pasados, continúa explicando la multiplicación de los panes y de los peces. La carne de Jesús es pan, comida, y su sangre bebida. Comiéndolo formamos uno sólo con Él, nos configuramos con Él, y nos permite vivir para siempre. “El pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo”.
Se trata de un evangelio eminentemente eucarístico. Seguramente, la comunidad para la que escribe Juan tuviese sus dificultades a la hora de entender el misterio de la presencia real de Cristo en la comunión, por ello todo el cuarto evangelio está escrito en clave de encarnación, de Dios que se hace accesible a nosotros a través de la realidad cotidiana, simbolizada en el pan.
Creo que en alguna ocasión ya te he comentado cómo en las primeras persecuciones se acusaba a los cristianos de antropofagia, porque en sus celebraciones se comía el pan que era el mismo Jesús, “Esto es mi cuerpo, tomad y comed todos de él”. En esta acusación ya se trasluce algo de lo que de forma más metafórica nos quiere transmitir el texto. Jesús no nos ofrece sólo su cuerpo, sino también su sangre. En esa sangre está su muerte, su pasión y su cruz, mediante la cual vino a salvarnos.
Configurarnos con Él implica que también nosotros debemos participar no sólo de su cuerpo, sino de su sangre, en todo el sentido de la misma y sin separarnos de la realidad cotidiana.
Nuestra realidad, la realidad en la que tu yo vivimos debe acercarnos a esa transformación que se explicita en el sacramento. Por ello depende cómo afrontemos esa realidad para que la Eucaristía sea manifestación y culmen de una realidad, y no un mero rito. ¿Cómo vives esa realidad que te rodea?