lunes, 13 de abril de 2009

2º Domingo de Pascua

Este 19 de abril celebramos el 2º Domingo de Pascua y leemos Juan 20, 19-31.
El texto consta de dos partes bien diferenciadas. La primera, la aparición de Jesús a algunos discípulos y que constituye la reanudación de la relación de Jesús con sus seguidores tras la Resurrección; y la segunda, la experiencia personalizada en Tomás que todos conocemos metiendo la mano en las heridas de la Pasión.
La reanudación de la relación de los discípulos con Jesús constituye la verdadera y auténtica Tradición, una Tradición que no se constituye a favor de una institución, sino que se fundamenta en la Comunidad. Dios a enviado a Jesús y Jesús nos envía a nosotros, representados en ese grupo de discípulos. Un grupo encerrado en casa por el miedo. Ese miedo que, también para nosotros hoy, es uno de los principales enemigos de nuestra fe, de nuestra confianza en la persona de Jesús de Nazaret. Pero también nos concede el remedio para superarlo, el don del Espíritu, resaltado en la exhalación sobre los discípulos. Y también nos concede otro don, la paz. Una paz distinta del concepto que hoy tenemos de ella, una paz constituida por el bienestar total y verdadero, no por una tranquilidad superflua o por la ausencia de conflictos. Esta paz va unida al perdón de los pecados que, de nuevo, es concedido a la comunidad.
En nuestras vidas difícilmente podremos alcanzar la confianza, la fe en Jesús, que es un don, un regalo del Padre, si no somos capaces de perdonar, un perdón que nos da la paz que es una consecuencia del Espíritu, que reside en la Comunidad, que ha sido enviada por Jesús como Jesús fue enviado por el Padre.
Creer que Jesús vive en nosotros cuando somos auténtica comunidad es la esencia de nuestra fe. ¿Tu fe se basa en una relación personal con Dios o pasa por la comunidad?