lunes, 22 de junio de 2009

13 er. Domingo del Tiempo Ordinario

Este 28 de junio celebramos el 13º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Marcos 5, 21-43. El pasaje consta de dos hechos diferenciados. Por un lado, la resurrección de la hija de Jairo, el jefe de la sinagoga; y por otro, el episodio de la hemorroisa. Jairo acude a Jesús porque su hija está enferma, al ir de camino a casa de éste alguien le toca, y al preguntar quién ha sido, una mujer le responde que ha sido ella porque tenía un flujo y creía que él podía curarla. Jesús le despide diciéndole que su fe le ha curado. En estas, cuando llega a la casa de Jairo, le dicen que la niña ha muerto, pero Jesús les dice que no, que sólo está dormida. Entonces, Marcos recoge una de las pocas expresiones en arameo que tiene el Nuevo Testamento, el “Talitha qumi”.
Una idea cabe destacar de este Evangelio, mientras que la mayoría de nosotros nos jactaríamos de poder realizar tales portentos y nos enorgulleceríamos de ello, Jesús devuelve la pelota. Lo importante no es el poder que Jesús tiene, sino la fe de quienes reciben el mensaje. La fe en el Reino de Dios, la fe en el cambio de vida que puede suponer la implantación de ese Reino entre nosotros, y no tanto en los signos que denotan la llegada de ese Reino. Creo que alguna vez ya os he comentado el refranero popular, los signos serían los árboles que no nos dejan ver el bosque que es el Reino. El Evangelio viene a recordarnos que cualquiera puede recibir el don de la fe, no importa su credo, no importa su condición de pecadora pública, no importa más que confiar en la llegada del Reino y trabajar por él. Jesús prohíbe hablar de estos prodigios, pero lo evidente no necesita pregón.
¿Sigues a Jesús por los signos o porque confías que la esencia de las cosas puede cambiar?