lunes, 27 de abril de 2009

4º Domingo de Pascua

Este 3 de mayo celebramos el 4º domingo de pascua y la liturgia nos ofrece el Evangelio de Juan 10, 11-18.
El texto recoge una controversia de Jesús con los sacerdotes de Israel, y contrapone la función que éstos desempeñan con la que Él ejerce. En ella, Jesús reprocha a los sacerdotes que no se sepan comportar como verdaderos pastores que conocen a sus ovejas, que se entregan por ellas y que prescinden de la Ley en la relación con ellas. La segunda parte del texto, es más teológica, se centra en la relación de Jesús con el Padre y en la dimensión sacrificial del Hijo en una dinámica de muerte y resurrección que nos sitúa en este tiempo pascual.
Pero tal vez haya un aspecto que destaque sobre el resto, me refiero a la universalidad del pastoreo de Jesús que recoge Juan. El pastoreo de Jesús hace que nos replanteemos el pastoreo en nuestro contexto, un pastoreo que se entrega totalmente, independientemente del sometimiento a una Ley que hoy como hace dos mil años atenaza a un Pueblo de Dios que se sitúa por encima de las normas. Unas normas que más que aproximarnos, nos separan y distinguen. El mensaje de Dios es ecuménico, pero nuestros pastores se empeñan en reforzar la afirmación tridentina de que fuera de la Iglesia no hay salvación. Que la Iglesia es un lugar preferente para la salvación no puede discutirse, pero que sea el único es una necedad como recoge el Vaticano II. La voz de Cristo es la que debe aglutinarnos, pero que nadie se crea dueño de esa voz.
¿Estás anclado en tus convicciones o dejas hablar a Cristo en tu vida?