jueves, 2 de diciembre de 2010

2º Domingo de Adviento

Texto: Mt 3, 1-12

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: «Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos». Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Una voz grita en el desierto: “preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”». Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones pensando “Abrahán es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego. El tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».

Comentario:

El próximo 5 de diciembre celebramos el 2º Domingo de Adviento y leemos Mateo 3, 1-12. El texto recoge el momento en el que Juan está predicando en el desierto y anuncia la llegada de quien, detrás de él bautizará con Espíritu Santo y fuego. El evangelista nos plantea la necesidad que todos tenemos de convertirnos.

Muchos podríamos preguntarnos, qué necesidad tenemos de estar permanentemente en conversión, cuaresma tras adviento y año tras año. La conversión es un proceso que tenemos que revivir. Igual que desde que nacemos hasta que morimos, evolucionamos. De la misma forma, conforme avanzamos en nuestra fe, como cuando avanzamos en una relación vamos conociendo a la otra persona, vamos cambiando nuestra comprensión del otro, le conocemos mejor, nos relacionamos mejor, sabemos lo que piensa. Del mismo modo la conversión supone esa profundización en la relación. La conversión no es un cambio radical es un proceso largo, los cambios milagrosos no son frecuentes. Lo más habitual es que cada uno de nosotros, vayamos cambiando poco a poco, día a día.

Luego está el tema del auténtico cambio, lo que Juan, critica en los que se creen con derecho a salvarse, es precisamente eso… que se crean con derecho. Nadie tenemos derecho a recibir regalos, quienes nos los dan nos los dan liberrimamente. La salvación es un regalo, no tenemos derecho a ella y siempre que nos creemos con derecho a ella, estamos perdiendo ese regalo. Dios se abre camino, no necesita que nos creamos con derechos sino que nuestros corazones se transformen, se vuelvan hacia Él. Los hechos pueden ser los mismos, pero nuestra actitud no. A mis chicos les digo, que uno se puede acercar a otro a darle un beso porque le quiere o porque quiere pisarle el cayo. Lo que cuenta es la intención de nuestro corazón.

¿Te crees conderecho a la salvación? ¿Qué hay en tu corazón?