sábado, 7 de mayo de 2011

3 er. Domingo de Pascua

Texto: Lc 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: «¿Qué?» Ellos le contestaron: «Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron». Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Comentario:

Este 7 de mayo celebramos el tercer domingo de pascua y leemos la aparición de Jesús a sus discípulos en el camino de Emaús en Lucas 24, 13-35.

El texto nos narra cómo cuando iban dos discípulos camino de Emaús se les une un tercer viajero que les pregunta de qué hablaban, ellos le cuentan lo que había sucedido con Jesús y el viajero comienza a explicarles el motivo de lo acaecido recurriendo a las Escrituras. Al llegar a Emaús los discípulos le invitan a cenar con ellos, y cuando bendice y parte el pan, los discípulos reconocen en ese viajero a Jesús. Los discípulos vuelven a Jerusalén para comunicar lo sucedido.

Dos grandes momentos centran este Evangelio: la explicación de las Escrituras en el camino y la partición del pan en Emaús. Escritura y Eucaristía concentran la esencia de este relato.

El objetivo del texto no es tanto escribir un relato de aparición del Resucitado cuanto darnos unas pautas para saber cómo descubrir a Cristo Jesús resucitado.

En esos discípulos que van de camino podemos vernos reflejados todos y cada uno de quienes intentamos, unos mejor que otros, seguir el camino de Jesús, encontrarnos con Él, comprenderle…

El Evangelio nos ayuda a comprender que por mucho que nos parezca que no, que por mucho que dudemos de la resurrección, de la presencia de Jesús entre nosotros; Él está ahí, Él habita entre nosotros, camina con nosotros aunque no lo reconozcamos. Y por último la enseñanza que nos transmite para nuestro crecimiento personal, a Jesús lo podremos identificar a través de dos medios: la Escritura y la Eucaristía.

En nuestra experiencia personal hay cientos de veces que decimos haber encontrado a Jesús en una Eucaristía, en un pasaje bíblico… pero ¿nuestra reacción es la misma que la que tuvieron los discípulos de Emaús? ¿Salir corriendo para comunicar la experiencia a los demás o nos quedamos impasibles?