jueves, 4 de noviembre de 2010

32º Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Lc 20, 27-38

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella». Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos».

Comentario:

El próximo 7 de noviembre celebramos el 32º Domingo del Tiempo Ordinario, empezamos a acercarnos al final de año litúrgico y eso se nota en los textos que nos ofrece la liturgia, son textos que se refieren a nuestro final, como este de Lc 20, 27-38.

El evangelio recoge el pasaje en el que los saduceos quieren “pillar” a Jesús en el tema de la resurrección y le plantean una cuestión relacionada con la ley del levirato instituida por Moisés, esta ley obliga al cuñado a dar descendencia a la viuda de su hermano. Ellos se plantean que si una mujer se casa con varios hermanos, cuando resucite de quién será mujer. Y Jesús, sabiendo que lo único que les valía a los saduceos eran las palabras de la ley mosaica, recurre a esa ley, recordando que el propio Moisés dice que Dios es el Dios de Abraham, Isaac y Jabob, y que Dios es un Dios de vivos y no de muertos, con lo que rebate los argumentos de los saduceos.

El planteamiento que nos hace el texto de hoy nos obliga a cuestionarnos nuestra fe en la resurrección.

El otro día preparando estos textos con gente de la parroquia la gente se cuestionaba cómo funcionaba eso de la resurrección, cómo iba a ser. Y otra persona del grupo le respondió: dejemos a Dios ser Dios. Hagamos lo que consideramos que tenemos que hacer y olvidémonos de escatologías, dejémonos de preocuparnos de las cosas de las que no sabemos., tenemos una serie de artículos en nuestro credo que nos deben resultar suficientes: sabemos que resucitaremos y que tendremos una vida futura, no como esta (gracias a Dios) sino vida en Dios. Porque nuestro Dios es un Dios de vivos.

¿Vives convencido de estas verdades o sólo son ideología? ¿Y, en qué lo notan los demás o sólo es algo que se queda en mi cabeza?