viernes, 21 de octubre de 2011

30º Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Mt 22, 34-40
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» Él le dijo: «“Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas».
Comentario:
Este 23 de octubre celebramos el 30º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos el Evangelio de Mateo 22, 34-40. El texto recoge el pasaje en el que, de nuevo los fariseos que, como vimos la semana pasada, estaban de acuerdo con los herodianos para pillar a Jesús. La liturgia se salta unos versículos en los que los saduceos también pretenden pillar a Jesús con una cuestión sobre la resurrección. Pero, en esta cuestión se centra en la Torá. El fariseo busca la opinión de Jesús en cuanto a la Torá, los fariseos vivían en torno al cumplimiento estricto de la Ley. De ahí que en este fragmento veamos la intención de pillar a Jesús, cuando la propia Ley decía que no se podía cambiar ni una coma, ni una tilde de lo Escrito, ni quitar ni añadir nada. Y Jesús citando la Torá (Dt 6,5 y Lv 19,18): Amar a Dios y al prójimo. Una máxima que sostiene toda la Tanak (o Tanaj), todos los escritos sagrados de los judíos. En el texto Jesús no dice que esos mandamientos sustituyan a la Ley, sino que son los que la sustentan.
Jesús responde a una pregunta en la que se le pide una única respuesta, con dos. Entonces, cómo se conjugan esas dos respuestas. La primera carta de Juan nos da la respuesta: “nadie puede decir que ama a Dios a quien no ve, si no ama al hermano al que ve” (cfr.1Jn, 4,20). El fariseo se centraba en el amor a Dios, como dice Juan, miente; porque no daba el paso que Jesús le pone al mismo nivel, amar al hermano.
No podemos olvidar nuestra confesión de fe, que os dice que creemos en la comunión de los santos y ella me permite dedicarme más a una cosa u a otra, a Dios o a los hombres, aprovechándome de lo que mis hermanos están haciendo. Unas contemplativas me permiten a mí dedicarme más al prójimo. Tal vez, como dice una persona que conozco, debamos dejar de hablar de Dios tanto para pasar a vivir más desde Dios, aún a riesgo de que, al dejar de hablar, el silencio se malinterprete o nos asuste. ¿Desde dónde vives tú? ¿A quién amas tú?