lunes, 2 de agosto de 2010

19º Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Lc 12, 32-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre». Pedro le preguntó: «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?» El Señor le respondió: «¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le con­fió, más se le exigirá.».

Comentario:

Este 8 de agosto celebramos el 19º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Lc 12, 32-48.

El texto tiene dos partes diferenciadas, por un lado la invitación a ser valientes y a hacer de Dios el motor de nuestras vidas, y por otro recoge varias enseñanzas escatológicas de Jesús, a permanecer vigilantes porque en cualquier momento, como decía la semana pasada nos pueden pedir cuentas.

Tal vez dos frases destaquen por su fuerza. Una de ellas que os repito de una u otra forma casi todos los domingos: "Donde está tu corazón allí está tu tesoro", y lo que sale del corazón son las intenciones, los afectos... Y la segunda: "Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá", y os tengo que confesar que ésta es una frase que personalmente me persigue. Tal vez porque siento que se me ha dado mucho, que he recibido de Dios millones de regalos a lo largo de mi vida: formación, familia, amor, amistad, personas que se han cruzado en mi vida... y, por ello, sé que se me exigirá más que a muchos otros y esto lo vivo como una responsabilidad. El mismo Evangelio me dice cómo hacerlo: "Dad gratis lo que habéis recibido gratis". Por eso, cada regalo que siento que recibo de Dios, tengo que tratar de compartirlo con los demás. Y creo que aquí está la clave del Evangelio, lo que nos llevará a la implantación del Reino de Dios. Cuando hay campañas en el colegio, les digo a los chavales que tienen que aportar algo por justicia, no por caridad. Porque ellos tienen un concepto de caridad distinto al nuestro. Pero la idea es que acaben haciéndolo por Caridad, entendida como lo hace san Pablo en 1Cor, por Amor, porque el amor va más allá que la justicia. Por justicia, nadie es capaz de dar la vida por los demás, pero por amor sí.

¿Qué anida en tu corazón, amor o justicia? ¿Qué sientes que se te ha dado?

18º Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Lc 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?» Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes». Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mi mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?” Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios».

Comentario:

Este 1 de agosto celebramos el 18º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Lc 12, 13-21.

El texto recoge una enseñanza de Jesús propia de Lucas, una enseñanza sobre el corazón del hombre, sobre lo que aloja ese corazón. No es que sea malo tener bienes, no es que sea malo disfrutarlos. Lo que Jesús critica es la actitud, la avaricia. El evangelista nos enseña mediante una parábola que la avaricia corrompe el corazón del hombre, lo separa de Dios. La vida, lo importante de la vida no lo dan los bienes. Sabéis que me gusta el refranero: "el dinero no da la felicidad". Y ello, con la imagen plástica de la parábola, el cuento ejemplificante de un agricultor. Para enseñar a un hombre que le pide que dirima en un asunto de herencias.

No sólo importan los bienes, hay cosas mucho más importantes, cosas relacionadas con la trascendencia, con lo que nos supera: la amistad, el amor, las relaciones con los demás y con Dios.

La cuestión central vuelve a ser la misma de otras tantas veces, dónde ponemos el corazón, nuestra confianza, en el dinero o en Dios. A Dios no le podemos pedir que nos ayude en estos temas pero sí que le podemos pedir que nos ilumine para tomar las decisiones adecuadas.

¿Para qué nos acordamos de Dios, para que nos solucione los problemas o para que nos ilumine ante ellos?