lunes, 16 de marzo de 2009

4º Domingo de Cuaresma

Este 22 de marzo celebramos el 4º Domingo de Cuaresma y la liturgia nos invita a leer Juan 3, 14-21. El texto se enmarca en el transcurso de una conversación con Nicodemo sobre la identidad de Jesús y cómo para reconocer a Jesús como hijo de Dios hay que renacer en el agua y en el Espíritu. A partir de ahí enlaza con el texto que se nos ofrece hoy. Como siempre, Juan utiliza un lenguaje denso, donde cada versículo dice mucho más de lo que parece. La referencia a Moisés hace que nos fijemos en que Jesús tendrá que ser izado en la cruz para que, como la serpiente de bronce, nos pueda salvar. Creer en ese Jesús crucificado es, para nosotros, la salvación.
Lo cierto, es que una idea me ha llamado poderosamente la atención, en realidad es una frase que, creo, recoge la esencia de este texto: “Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.” Como les enseño a mis alumnos, Dios toma la iniciativa en una relación personal, esta iniciativa es un regalo que nos hace porque le da la gana y su única intención es que nos salvemos para la otra vida y la felicidad para ésta. Y también les enseño que la respuesta del hombre es la fe, que también es un regalo que tenemos que pedir, y esta respuesta es la que hace que nos salvemos y que seamos felices. Pero como a mis alumnos, a nosotros nos cuesta entender que haya Alguien al que tengamos que dar una respuesta.
Vivimos en una sociedad en la que desde que nacemos tenemos gente pendiente de nuestros deseos y que no nos exigen nada a cambio. Y cuando se nos pide algo, aunque sólo sea esta respuesta de confianza, nos resulta difícil. Pero debemos esforzarnos por pedir las fuerzas necesarias para responder a esta iniciativa de Dios. Dios nos manifiesta su amor en Jesús y renunciar a Él es el verdadero pecado que rompe la relación con Dios.
¿En quién crees tú?