lunes, 7 de septiembre de 2009

24º Domingo del Tiempo Ordinario

El próximo 13 de septiembre celebramos el 24º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Marcos 8, 27-35.
Nos encontramos ante la segunda proclamación de la identidad de Jesús que aparece en este Evangelio y que supone un punto de inflexión en la obra de Marcos. El texto recoge el momento en que Jesús les pregunta a los apóstoles quién dice la gente que soy yo, y vosotros quién decís que soy. Les prohíbe dar a conocer la identidad mesiánica y les anuncia su pasión. Entonces Pedro le increpa y Jesús le dice que piensa como los hombres y que se aleje. Luego convoca a la gente y les dice que el que quiera seguirle que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y le siga, que el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por Él y el Evangelio la salvará.
Jesús quiere mantener el secreto sobre su identidad para que la gente se fije en el Reino que anuncia desde el principio de este Evangelio y no le sigan por el interés.
Puede que sean casualidades de la vida o providencia, pero este verano estuve en Taizé y una de las introducciones bíblicas que nos dio uno de los hermanos, abordaba el final de este texto. E hizo una reflexión, evidente, pero que es de esas revelaciones que, de vez en cuando, el Señor nos concede. La cuestión es que Jesús nos pide que para seguirle nos neguemos a nosotros mismos, incluso lo más profundo de nosotros, nuestros deseos. Pero ese deseo es seguirle. En definitiva, Jesús nos dice que para seguirle debemos dejar de lado nuestro deseo de seguirle, coger nuestra cruz, y esa cruz no es otra que lo que cada uno de nosotros somos, con nuestras grandezas y miserias, y seguirle. Que nos dejemos de tonterías y nos pongamos en camino, si queremos seguirle, le sigamos y punto. ¿Cuál es tu cruz? ¿Eres capaz de aceptarte tal cual eres y seguirle?