lunes, 8 de agosto de 2011

20º Domingo del Tiempo Ordinario

Texto: Mt 15, 21‑28

En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme». Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos». Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija.

Comentario:

El 14 de agosto celebramos el 20º Domingo del Tiempo Ordinario y leemos Mt 15, 21-28.

El texto recoge el pasaje en el que una mujer cananea va detrás de Jesús para que cure a su hija y Él dice que sólo debe atender a los israelitas, pero su fe es grande y le cura a su hija.

El comentario de Jesús, después de la controversia con los fariseos que había tenido, sobre echar el pan de los hijos a los perros podemos comprenderlo si conocemos el conflicto histórico que enfrentó a los cananeos y los israelitas, del que está plagado el A.T. Este aparente desprecio de Jesús por los cananeos no es tal sólo es el deseo de respetar el plan de Dios que parte de Israel y se propaga después al resto del mundo. La referencia a los perros es cómo llamaban los paganos a los judíos, por ello la expresión tiene un significado nada peyorativo. Así el aparente desprecio de Jesús en esa frase es, en realidad, una muestra de aprecio por los paganos y una muestra de respeto a los planes de Dios.

A la postre, este evangelio, como tantos otros, especialmente de Mateo y Lucas, vienen a romper la separación entre judíos y gentiles, demostrando la universalidad del mensaje de Jesús, aceptando a todos.

Creer junto con los hermanos es la base de nuestra fe, no podemos creer al margen de los demás. Si nuestra fe nos aísla de los hermanos, de la sociedad, de la realidad… entonces no es verdadera fe, no es la fe de Jesús.

La fe no es contra nadie, es en Dios. La fe tiene una fuerza convincente que va más allá de las razas, las nacionalidades, las ideologías. No es orgullosa ni se cree superior. ¿Cómo la vives? ¿Tenemos verdadera fe cuando nos enfrentamos a los demás?

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